Reseña del libro de Roberto Harari: Apresentações clínicas, Ed. Companhia de Freud, Río de Janeiro, 2009.

 

“El más fructuoso y natural ejercicio de nuestro espíritu es, desde mi punto de vista, la conversación […]. Así pues, las contradicciones en el juicio, ni me ofenden ni me alteran; me despiertan solamente y disponen”. Michel de Montaigne: El arte de conversar.

 

Parafraseando a Walter Benjamin, retomou interrogación a propósito de la traducción partiendo de lo siguiente ¿un lector de un texto psicoanalítico escrito en otra lengua que la propia solo puede transmitir algo de este haciendo, a su vez, letra de esa transformación? Dejemos que perdure el interrogante y quizá la obra consienta una traducción. En este caso me ha incitado a su lectura, a una “expansión de su vida original” en castellano. Para empezar, la pretensión ha sido apuntalarse en que “[…] las lenguas no son extrañas entre sí, sino a priori, y […] mantienen cierta semejanza en la forma de decir lo que se proponen”.[1]  Primer señalamiento.

Ahora bien, en esta ocasión se trata del diseño de una reseña acerca de un libro – ¿podría predicarse la categoría de “clínico”?– escrito en portugués, basado en la transmisión de un ejercicio clínico presentado en una institución psicoanalítica.[2] Dichos “testimonios de la presencia de lo inconciente” –así considerados– escriben la puesta en obra de un artificio ad hoc, que se vale, para lograr su objetivo, del despliegue de relatos de la práctica psicoanalítica. Doce testimonios de psicoanalistas brasileños son entregados al comentario de otro analista –Roberto Harari– quien, en acto, articula una praxis de lectura y abre al intercambio e intervenciones del público. Estas, generalmente pertinentes y “aperturizantes”, resultan conducentes a sostener una conversación bajo el modo de preguntas, comentarios y/o asociaciones: “sin rodeos ni inhibiciones, presentando inclusive, en algunas ocasiones, puntos de vista divergentes de los sustentados por este autor” –se anota en el “Epílogo”. Ese artificio presentado al lector, mejor dicho, el efecto producido por la lectura del mismo, es a lo que doy en llamar conversación. Segunda puntuación.

Para decirlo de otra manera, entiendo que Apresentações clínicas es la mostración, en el plano de una conversación entre analistas a partir de su práctica, que ha de revelarse clínica cada vez que se transmita una posición ética con la que sea posible mantener un saber hacer. Dicho lo cual, se desprende para la función del comentador –según mi lectura– que resulta de la mayor importancia determinar la pregunta con cierta exactitud para colocar la conversación[3] (Gespräch) en una dirección, sobre un camino.

Pero, el camino de la mentada conversación, además de una dirección debe ofrecernos, al mismo tiempo, la seguridad que nos movemos dentro del psicoanálisis y no que, fuera de él, demos vueltas a su alrededor. El camino de esas conversaciones –tal el efecto de enseñanza de este texto novedoso– es de tal índole que permite ir dando cuenta ante otros de una práctica, al abordar mediante el artificio desplegado, el saber hacer con la transferencia –no menos que con la transferencia de trabajo, su retruécano– distintivo de la praxis analítica. Lo primero que se me ocurres que se intenta colocar la pregunta sobre una andadura orientada por lo Real de nuestra praxis, de modo tal que merece nuestra confianza ahondar su trayectoria, por ejemplo, como lectores de este libro.

También cabe atender a la articulación puesta en acto allí del “deseo del analista” y el “deseo de psicoanálisis”[4] –de nuestro compromiso en su sostén–, ambos jugados tanto en la intensión como en la extensión. He aquí lo que pretende acentuar mi lectura de este libro: ese aludido entramado que se pone a jugar en la escritura del mismo. A su vez, desde las palabras iniciales del “Prólogo” se afirma su “originalidad” al “reunir, sobre una particular modalidad de presentaciones clínicas, testimonios de nuestra praxis psicoanalítica”. Tercera puntuación

Bajo tal contingencia, la construcción del libro responde a la figuración de una mise en abyme, denotando así una dimensión de autorreferencia –decurso facticio que no es sin relación con el infinito–, que diseña la manera en que nosotros, psicoanalistas, participamos de este género psicoanalizando nuestra experiencia con el psicoanálisis, praxis que procesa el propio texto psicoanalítico al participar de esa modalidad componencial. Por esto mismo sitúo la apreciación aludida, porque ella invita a aceptar el convite de poner a jugar en la lectura propiciada el hábito que hace al psicoanalista de pensar “contra” sí mismo, de autorizarse con otros, puesto que es la función crítica del psicoanálisis la que impele a la discusión y somete a dar razones de su praxis.

Lo señalado hasta aquí, a mi modo de ver, resume los trazos deducibles de un proceder clínico en la transmisión de una enseñanza de nuestro psicoanálisis y es por este sesgo que transitan las cuestiones planteadas, puestas, a su vez, a la consideración del lector. Cuarta untuación.

De nuevo. En tales presentaciones de la puesta en acto del artificio clínico, hay algo de una mostración clínica –advierte el “Prólogo”– como nos enseña acan: allí “[…] se pierden totalmente los pedales cuando no se trata de una demostración, sino de esa cualquier cosa que es muy paradojal, que trato de llamar como puedo: mostración. Es curioso apercibirse que hay en este entrecruzamiento de hilos alguna cosa que se impone como siendo de lo Real, como un otro hueso, núcleo, carozo de Real […]”.[5]

Ahora bien, la clínica psicoanalítica ¿no involucra una teoría que está siendo elaborada en la exposición misma y el comentario del caso, en el punto en que se intenta exponer qué es eso de reinventar el psicoanálisis cada vez, con cada analizante? Podríamos decir que se hace clínica cuando, precisamente, lo Real de la práctica imposible de asir se presentifica “en lo producido por el lazo social con y como lo imposible de decir por el dicho”[6], en tanto nuestro psicoanálisis sea praxis de lo Real.

Por otro lado, es claro que la redacción del libro se operó a partir del pasaje – vía la transcripción– de lo oral a lo escrito. ¡Qué duda cabe de la pérdida irremediable que eso implica! En ocasiones, puede desconcertar por el efecto de desconocimiento que obra en la transformación del original. Si extremamos esa tesitura podría decirse que el producto “recreado” es otro texto yl transcriptor también juega su responsabilidad en ello. Por tanto, no hay transcripción sin que medie alguna modificación, y una de las pérdidas más notorias es la de la voz en tanto objeto – que se constituye en el momento de su pérdida, de su caída– para hacer lugar a la polifonía, que presuponiendo una multitud de voces “plenivalentes” habilita lo coral y lo alinea sobre los varios pentagramas de una partitura.[7]

Los relatos tienden a resaltar la excentricidad del “destino” de los personajes con referencia a los mundos representados. El término excéntrico denota, en este caso, que el centro sugerido en el vocablo se halla en otro lugar (por “fuera”). Lugar indomeñable, imprevisible, incontrolable. En estos pasajes el lector encontrará entonces, un relato sobre la cura, “por donde pasa mucho de la cotidianeidad de la posición subjetiva con la cual tratamos diariamente en psicoanálisis” – define su autor – fragmentos de las vicisitudes de las modalidades del amor de transferencia. Vale decir que cada historia está centrada en aquello que se dice en un psicoanálisis, hecho que le imprime a la misma un legítimo, genuino y verosímil sesgo ficcional. De allí se desprende el surgimiento de autoridad, la cosa es así porque así se dice. Quinta puntuación.

En el trayecto novelado, cada analista, sea en su función de presentador como en la de comentador – como en la dirección de una cura–, se halla abierto al azar de lo que depara el relato en el “artificiar” que descompone el libro en su montaje. Si “nuestra unidad de análisis, subrayo una vez más, es la sesión” –recuerda Harari– el practicante ha de encontrarse con la exigencia de ignorar lo que sabe –docta ignorancia que de Cusa postuló como el grado más elevado del saber – ya que con cada nuevo analizante, todo el psicoanálisis debe ponerse en cuestión.

A la par, el carácter fragmentario de los sucesos relatados vuelve crucial lo incompleto de cada análisis presentado y de todo comentario suscitado. No deja de percibirse en que esa limitación promueve un efecto de enseñanza. ¿Por qué aludo a esto? Porque precisamente en esta obra –testimonio último del saber-hacer clínico de la trayectoria n la transmisión del psicoanálisis–, en este libro póstumo, Harari no nos deja un texto clausurado, totalizador; antes bien, nos lega una obra abierta a la lectura y al debate. En efecto, él mismo apuesta al procesamiento generador de una clínica lacaniana. Dicho de otra manera, se trata de la puesta en acto por cada practicante de su articulación con la enseñanza, a la que Apresentaçoes clínicas no deja de convocar. Sexta puntuación

Esa condición redoblada en esta ocasión, es distinguida por el relato de casos “caídos del diván”[8] de los analistas presentadores. Es decir, recogidos al pie del mismo y puestos a circular en el pasaje a lo público renovado, cada vez, en una institución psicoanalítica. Más aún, por su estructura de mise en abyme conlleva, a mi entender, la exigencia de recomenzar abriéndose, a su turno, a las intervenciones de los lectores, como las realizadas por el público en el artificio, mediante las cuales se escribe la conclusión de cada presentación clínica… hacia la siguiente.

En cada página se transmite que cuando un analista habla ante otros analistas –lo que no equivale, desde ya, a su posición subjetiva en tanto eventual enseñante–, ese hablar produce, gracias a un levantamiento de la censura, la emergencia de “lo no sabido que se sabe” y que es puesto en acto en la articulación sinthomatica, singular, del analista que toma la palabra. Para esto se trata de poner en cuestión, de hecho, una nueva y singular posición del saber como abierto a lo Real.

Ahora bien, el propio Freud nos ha instado, desde el inicio, a confiar en su testimonio, trascendiendo los éxitos del psicoanálisis y dejando constancia de los fracasos. En esa misma línea prosigue este libro pues en cada una de las doce Apresentações… se deja constancia que también a partir de allí, de los obstáculos, es posible pensar el psicoanálisis, desprender algún efecto de enseñanza. Última puntuación

Para concluir, no huelga repetir que el libro reseñado se ha construido a partir del acento sostenido alrededor de una puesta en escena del tiempo de la urgencia, de la prisa, en un presente único, el de la presentación “hablada” del artificio que obliga a ello. El “testimonio de la presentación de lo inconciente”, en la ocasión relevada, se vale de la presencia del público que da a esta andadura el sentido de un riesgo a asumir. En la segunda vuelta –el presente de escritura–a descomposición en elementos discretos de lo atinente a la vuelta anterior, mediante la producción de un significante nuevo por el que simbólicamente se intenta nominar este momento. De ahí a la recepción del lector, quien apropiándose del texto ha de producir su deslectura.

Presentada así, entre otras deudas simbólicas en las que el “Prólogo” se sustenta, esta producción psicoanalítica pone en obra aquella que los psicoanalistas y sus instituciones mantienen con Convergencia. Movimiento Lacaniano por el Psicoanálisis Freudiano, para que, en la vía de lo posible, el psicoanálisis continúe.

 


 

[1] Walter Benjamin: Ensayos Escogidos, Ed. El cuenco de Plata, Buenos Aires, 2010, pág. 113.

[2] Maiêutica Florianópolis-Institución Psicoanalítica, Miembro de Convergencia, Movimiento Lacaniano por el Psicoanálisis Freudiano.

[3] Cf. Martin Heidegger: ¿Qué es la filosofía?, Ed. Herder, Barcelona, 2004 y Michel de Montaigne: Ensayos escogidos, Biblioteca Edaf, Madrid, 1999.

[4] Cf. Roberto Harari: Paradojas clínicas desde el psicoanálisis caótico, Seminario dictado en Mayéutica-Institución Psicoanalítica, 1999.

[5] Jacques Lacan: “Propos sur l’hystérie”, en Quarto N° 2, 1981 (también en Le Séminaire, Livre XXIV: L’insu…). La traducción me pertenece.

[6] Edgardo Feinsilber: La soledad. Novaciones en el psicoanálisis, Letra Viva Editorial, Buenos Aires, 2009, pág. 126.

[7] Roberto Harari: Polifonías. Del arte en psicoanálisis, Ediciones del Serbal, Barcelona, 1998, pág. 65.

[8] Cf. Roberto Harari: Intensiones freudianas, Ed. Nueva Visión, Buenos Aires, 1991, pág. 32.