Por Verónica Cohen
En sus respectivos textos, Roland Chemama y Gérard Pommier comparten la posición y la idea de que el analista es un sujeto. Por supuesto que lo es, pero no en el despliegue de un análisis, donde, como precisa el primero, es semblante de objeto del analizante; más precisamente, está en lugar de semblante de objeto de un analizante. Lo que diferencia un psicoanálisis de alguna terapia es la abstinencia, privarse de aparecer como sujeto en la escena transferencial para no sus- traerle al analizante su lugar como sujeto. “Donde ello era, el sujeto debe advenir”, sentencia Freud.
Con la repetición se encuentra una diferencia que permite apresar el a.
¿De quién? Del analizante, con el analista en ese lugar de semblante de a. Destaco el desarrollo de la vergüenza en lo que Chemama llama “la situación analítica”. En el seminario sobre el reverso, Lacan articula la vergüenza con el agujero que deja la caída del objeto pulsional, donde surge el significante uno. Engrana así pulsión, objeto pulsional, mirada o voz, con el decir y con un lugar de agujero o de falta. En ese mismo sentido, la vergüenza es vehículo para la aparición del sujeto representado por el significante en la situación de análisis. Que el analista aparezca como sujeto y no en lugar de semblante de objeto va en la vía del goce, no de la falta y el deseo. El decir en análisis es un decir, el decir de uno, y el analista como sujeto no tiene nada que decir.
Si bien Pommier comparte con Chemama la idea de que hay dos sujetos en un análisis, en su trabajo no es lo que practica. El analista está para sostener el decir, las asociaciones, las homofonías que le permiten a un analizante apropiarse del recuerdo de la violencia del padre y saber salir de allí con el análisis, sosteniendo esas letras. Mirada y voz se hacen decir escuchado. ¿Las imágenes no son significantes? Como no se captan sino en el decir, al decirlas se convierten en significantes. Se lee en lo que dice uno de sus analizantes, que queriendo decir violet (violeta) dice violé (violento). Sí, están el color y la imagen, pero también la homofonía. Como sabemos desde Freud, homofonías y resonancias son del decir en el análisis. Destaco en este texto que lo imaginario, lo simbólico y lo real se anudan y son dimensiones del decir. Las imágenes, entonces, entrarían en lo que llamamos “dimensiones del decir”.