Por Verónica Cohen
Voy a conectar dos trabajos muy distintos, que toman el a como estructurante del mundo y hacen un recorrido por el objeto voz y el objeto mirada. Cada uno, desde el lugar por el que recorre la teoría y el objeto como estructurante del mundo, hace un trayecto paso a paso.
Claro y preciso, Benjamin Domb articula, sostenido en la enseñanza de Lacan, el objeto a, más precisamente los objetos voz y mirada, con las pulsiones y el decir. Parte del grafo del deseo y avanza, como Lacan en su enseñanza, manteniendo la idea de lo estructural. Domb hace este re- corrido sin perder la noción de estructura ni la de la falta.
“La experiencia psicoanalítica con la mirada pone el acento en el cuerpo, del cuerpo fragmentado al cuerpo unificado. A ser mirado, a no ser mirado, la mirada como la voz vienen del lugar del Otro que mira al recién nacido, mira y luego este se ve en el espejo plano. Para Lacan, los ojos están para no ver, es decir que la realidad en la que vivimos es fantasmática y el fantasma depende, fundamentalmente, de cómo fuimos mirados por el Otro”. Pone el acento en que se habla con el cuerpo, que siempre se trata del decir y su eco en el cuerpo.
Esto es muy claro y distinto a esos decires fuera de discurso, esa pavada que es que “el cuerpo habla”, donde se borra la división del sujeto y el a, división entre el decir y el eco en el cuerpo, decir y objeto a.
Adriana Hercman trabaja el hallazgo de Lacan del objeto a como causa de deseo y es interesante cómo destaca la noción de separtición, “partición en el interior de un objeto carnal del que pende la estructura del deseo”. En su texto destaca el concepto de semblant como lugar que comanda los discursos, los objetos en el lugar del semblante y el analista haciéndose al modo del mismo. Es de mucha claridad la noción de causa objetalizada y que no hay análisis sin que el analista se comprometa en no rehusarse a poner el cuerpo en el lugar de semblante de a.
“En la marcha de un análisis, es con el cuerpo del analista como otro que se elabora la pulsión y en ese camino el analizante podrá pasar del «me mira» inicial a un «me miro» en ese objeto que está en el Otro, lugar que
en el trayecto va perdiendo cualidad subjetiva; pasaje de un Otro al otro que se produce en la medida en que el Otro como lugar hace posible la instalación de la transferencia, la constitución del Sujeto supuesto Saber. El análisis mismo será una forma de interrogar el Sujeto supuesto Saber y la erosión de los atributos que lo conforman es lo que años más tarde definirá para Lacan la verdadera dimensión del ateísmo”.
Este trabajo, lo mismo que el de Benjamin Domb, si bien son muy diferentes, enseñan paso a paso la dialéctica del objeto y el sujeto, el lugar estructural de la castración; articulan palabra y cuerpo y el lugar último que es la muerte.
Los reuní justamente por la precisión en el desarrollo, porque destacan la función de la mirada y de la voz, cuestión a interrogarse en un análisis, y lo que podemos llamar el “ser del a como ser de falta”. Pero sobre todo, por retomar la enseñanza de Lacan de la práctica del psicoanálisis
como estructural, sin perder el recorrido de la experiencia.