Este nuevo libro de Daniel Zimmerman, La mirada. Paradigma del objeto en psicoanálisis,[1] es el encuentro con un trabajo de escritura que interroga nuestra propia existencia, la relación del sujeto con el mundo, pero no porque nos refleje como espejo, sino porque ya desde el cuadro La rue de Balthus que ilustra la tapa nos recuerda que “respecto a la realidad estamos inscriptos en una función similar a la que el cuadro representa; es decir tomados en el fantasma”.

Al modo del armado de un film cinematográfico cada capítulo es un corte que pone el foco sobre lo homogéneo, sobre la unidad sin divisiones ni fracturas para poner en evidencia la disyunción que el objeto establece entre el cuerpo y el goce donde la mirada resulta inaprehensible como reflejo del cuerpo. Sin duda, la angustia concierne al cuerpo, pero, ¿de qué modo lo involucra? Esta es la pregunta que el autor responde ceñido a las coordenadas propias de la angustia en su condición de afecto crucial en la dirección de la cura donde el no sin objeto que le es propio presenta un resto irreductible a la simbolización.

Hace de la mirada una matriz para plantear la función del objeto en el deseo, en el goce y en el amor, sabiendo que ese recorrido nos conducirá a la encrucijada donde la visión se escinde para hacerle lugar.

Realiza un recorrido minucioso por la obra de Freud y de Lacan, como así también por la pintura, el cine y la literatura como apoyos para la transmisión de la experiencia del psicoanálisis y lo logra de forma satisfactoria ya que no borra la mancha en el espectáculo del mundo sino que la presenta como aquello que desgarra la imagen especular y posibilita nuestra propia condición deseante.

El Acting out y pasaje al acto son los términos que se inscriben en el entorno de la angustia. En el acting out la verdad sube a escena y toma a su cargo el decir, encrucijada subjetiva que toma la forma de arrebato apasionado siendo Hamlet una presentación de la escena sobre la escena. En el pasaje al acto, el sujeto, presa de una dificultad extrema para asumir su lugar en la escena del Otro, se precipita fuera de ella como mero objeto de desecho, constituyendo en último término una salida. Aún así no consigue más que su exclusión de la escena del mundo, como se lee en el relato breve de Virgilio Piñera, En el insomnio,[2] el hombre está muerto pero no ha conseguido dormirse.

En la psicosis, el objeto a no oficia como sostén del sujeto en el campo del Otro. El psicótico tiene la causa a su disposición, coyuntura dramática que lo instituye como presa, no del deseo, sino del goce.

Dentro de los límites del placer visual, la mirada soporta la interrogación sobre el goce. Siendo ésta una especie del objeto a funciona como una apuesta cuya ganancia resulta de la renuncia al goce. El sujeto perverso agota sus esfuerzos en la maniobra de hacer de la mirada un instrumento para la recuperación del goce revelando que la voluntad de goce que domina la maniobra es voluntad de goce del Otro.

De esta manera Daniel Zimmerman nos propone un recorrido de lectura que nos lleva hasta el punto en el que el amor juega su carta, una carta que, al poner en juego el objeto de la castración, se convierte en carta de (a)mor. Si el amor nos lleva al pie del muro de lo imposible es para que brote un no es eso.

Mientras el inconsciente fracasa a la hora de inscribir la relación sexual, el amor, por su parte, pretende suplir ese punto de imposibilidad, pero su finalidad está condenada también al fracaso. El autor describe el éxito que resulta del absoluto fracaso con una claridad que luego del enceguecimiento nos brinda la posibilidad de poder ver, saber, desde un punto de falta, de corte en lo visto, para reconocernos en nuestra condición deseante, lo cual rige el empuje de nuestro andar.

Este libro es una buena muestra de ello.

 


 

[1] Daniel Zimmerman: La mirada. Paradigma del objeto en psicoanálisis, Ed. Letra Viva, Buenos Aires, 2009.

[2] Virgilio Piñera: “En el insomnio”, en Los anales de Buenos Aires N° 10, octubre de 1946.