Para comenzar a despejar lo que me ha suscitado el trabajo de traducción llevado a cabo en los textos aquí publicados, escritos en francés o portugués, o por las traducciones realizadas por los psicoanalistas en sus lecturas de Freud y/o de Lacan, cabe la siguiente verificación: resulta imprescindible en nuestra praxis psicoanalítica de la lectura de la escritura, el tratamiento de esta cuestión presente y nodular en LaPsus Calami. Retengamos entonces, en lo atinente a las traducciones al castellano, aquellos textos donde se dieron cita diferentes dificultades a sortear: los problemas respecto de la tolerancia del pasaje y/o el cruce de lenguas –ya que implicaban numerosas relecturas, discusiones y consultas hacia “la lengua de salida”–, las enmiendas de interpretación, las dudas casi irresolubles tanto como las dificultades presentadas en las distintas versiones de ciertos párrafos y/o expresiones y/o palabras –algunas demasiado libres y atrevidas, y otras demasiado esquivas y literales. Lo más importante a destacar resultaron los ajustes necesarios de orden formal que nos llevaron a decidir un criterio en el que se privilegiara la inteligibilidad de la sintaxis. Esto está claro al estar de Lacan, si parece que “[…] en todo lo que existe del orden de la lengua hay algo en común y es que cada lengua tiene una sintaxis, si bien esta es una alta abstracción”.[1] Que así sea, a pesar de que exige del parlêtre abstraer bastante para apercibirse de eso, no deja de implicar una cierta conciencia en él. Es cierto, mas en orden a la traducción de una lengua en otra, la cuestión reside en que “[…] lo que es phoné en una lengua puede traducirse en cualquier otra que lo sea”.[2] De todas maneras, perdura más de un interrogante a este respecto: ¿tal vez haya que hacer un uso de una lengua psicoanalítica, un híbrido, como suele ocurrir con algunas de las traducciones de poesía? O, antes bien, en la procura de distanciarse de este despropósito, en II [3]Una experiencia de pasaje se considera necesaria la incidencia de una “reactualización de la oralidad del texto […] para que el texto escrito de la transcripción no se convierta, sobre todo en español, en una suerte de “neolengua” (George Orwell) psicoanalítica”

¿Qué cabe entender por phoné en una lengua? Por el momento vale sostener como un punto de amarre que lo que decidirá en los textos psicoanalíticos que son nuestra práctica, es aquel trazo en lo Real de la cura para cada quien, que hará la diferencia o el acuerdo para cada uno: la piedra de toque, sin duda. Quizás respecto de lo que es phoné en una lengua, cabe situar más de una lectura posible –es dable hallar varios ejemplos en los títulos de los seminarios de Lacan– si nos libramos al juego serio regido por la homofonía para encontrar ese tesoro de significantes revestidos allí por la similitud fónica. Ahora bien, cuando se trata del pasaje entre lenguas –Unbewusste/ l’une-bévue– seguiremos hablando de traducción o recogeremos el guante lacaniano del singular significante de origen paronomásico[4] intraducción, introducido por Lacan en el Postfacio de la edición de su Seminario XI: Los cuatro conceptos…, redactado a principios de 1973.[5] Se lo ve, “al intraducir se introducen significantes nuevos”[6] (Volveremos sobre este tema en otra nota de lectura).

Veamos, entonces, cómo de la lectura de los artículos de algunos de los autores que integran LaPsus Calami Nº 4, surgen enfoques posibles de la puesta en obra de un término –que se nos ha ido revelando– crucial, como es el de traducción en psicoanálisis. Hemos de partir de una consideración en la que acuerdan casi todos los psicoanalistas en este número: en el funcionamiento de una lengua no interesa lo biyectivo, dicho eso con énfasis diversos. ¿Será porque cada hablante se caracteriza por hablar por lo menos dos lenguas que se bifurcan? Cuestión que puede ser leída en varios textos aquí publicados, dando en hablar que tal bifidez habla en y de cada hablante y cada lengua. Ahora bien, a los efectos de sostener esta tesitura, no debiéramos apartarnos de cierta insinuación de Lacan: “¡[…] es en esta lengua que me expreso, no veo por qué no lo aprovecharía; si hablara otra, encontraría otra cosa!”.[7] Valga esta lúcida y precisa puntuación para orientarnos y continuar avanzando en la dilucidación de la temática en curso.

Es en esa línea, según entendemos, que Irene Agoff considera como una “aspiración utópica a obtener” la “correspondencia exacta entre términos de lenguas diferentes” y llama “resistente” a este afán, porque “es inevitable”. Por lo cual sitúa a “la traducción como síntoma”, a la par que observa alguna recurrencia de “la elevación del francés de Lacan a la condición de lengua que puede dar cuenta de cualquier otra, pero que por su parte es intraducible”. Ejemplifica el sostén de tal creencia en que “la precisión y exactitud de los conceptos” solicitarían decirlos de esa manera: en cuanto al “término “identificación”, no podía ser otra que “identificarse a” –cuando el castellano exige “identificarse con”. Afinando que si “se elude alguna mínima reflexión sobre la lengua propia, cualquier otra tiene el camino libre para constituirse en “metalengua”.

Así, Héctor Yankelevich sostiene –“sin temor de cometer un error grosero”– que “hay una inmensa cantidad de analistas que hablan «el lacaniano» en una lengua distinta que aquella en la que él escribió”.

Se sabe que Lacan afirmó tempranamente en su enseñanza que no hay metalenguaje, a los efectos de aventar toda creencia en algo cercano a un lenguaje de segundo grado. En cuanto a la referencia a la metalengua, en la última clase del Seminario XXIV: L´insu…, nos advierte que es parloteando de una lengua en otra, que eso podría constituirse en “un embrión de metalenguaje”. Dando otra vuelta y hablando en voz alta, se responde respecto de lo que quiere decir metalengua: “la traducción”. ¿A qué se refiere con eso? A “la metalengua que consiste en traducir Unbewusste por une-bévue”.[8] Alojamos aquí lo que Harari escribe vía paronomasia –siguiendo el ejemplo de un Lacan joyceano– intraducción.[9]

Por su lado, Guy Le Gaufey parte de una toma crítica de distancia respecto de un Lacan traductor de Freud. En efecto, hace apólogo de esta afirmación en lo que sigue: “Unbewusste por l’une-bévue como otros, einziger Zug a trait unaire o de Jenseits des Lusttprinzips a jouissance”. Distingue lo previo como “apropiación, una manera de domiciliar un concepto en un movimiento (no traducir) que insufla un pensamiento propio a la palabra fuente”.

Aquel ejemplo es tomado por Anabel Salafia en su discurrir, aclarando que “la transliteración, la función de la homofonía y la escritura son operaciones en la traducción”. Toma apoyo en que “la noción de literalidad, cambia con Lacan” y “en lo que respecta a la traducción, es encontrarse con la función operativa de la transliteralidad” donde “más de una lengua interviene para «traducir» el término «inconsciente» y Unbewusste se translitera como une-bévue”. Llama “identificación homofónica de términos a Unbewusste y une-bévue” y agrega que “la transliteración nos indica de la homofonía” y esta, “a partir del análisis es la relación de lo que se dice con el escrito”.

Edgardo Feinsilber, a su turno, centrándose en la cuestión del sonido y el sentido, propone “un forzaje que nos haga avanzar en este punto” y escribe: faire vrai. Puesta en acto de su saber hacer allí con un dicho de Lacan: “Sobre lo que me rompo la cabeza, pienso que al fin de cuentas, el psicoanálisis es lo que hace verdadero –faire vrai”. Incide allí: “[…] faire vrai, hacer verdadero, ¿cómo hay que entenderlo? ¿Por qué, siguiendo la cuestión de unir el sonido y el sentido, no poder escuchar fiebre, febré, que es homofónico en francés?”. Avanza una lectura de esa escritura: “Entonces, este hacer verdadero, con lo que él se rompe la cabeza, podríamos decir que es un semblante”, subrayando allí que tanto en la formación del analista como en lo aprehensible en la vía de la enseñanza es que “hay algo que afiebra, que levanta la temperatura, que calienta, que pulsiona”, “como el pasaje desde el sujeto-supuesto-al-saber hacia el analista-sinthoma”. ¿Y qué de la intraducción? Explica que “se sostiene en una teoría de la causalidad, a la que nos dirige Lacan, tratando de traspasar los límites de la lógica aristotélica para llegar a la dit-mensión de lo singular”.

Respecto de Nichtigkeit –una palabra corriente en alemán, usada por Freud– se verifica lo que sigue, según advierte H.Yankelevich en Lo imposible de traducir: “[…] podríamos traducir por «pequeñeces», por ejemplo. Pero ¿qué se juega allí? Naderías, pequeñeces, etc., es lo que se preguntan todos los padres respecto de los chicos: ¿pero cómo lo supo si nunca se habló?, ¿pero cómo es así, igual que, si…? Por esas pequeñeces invisibles se transmite el inconsciente”.

Digámoslo de otro modo: ¿adónde nos lleva una palabra? Véase al respecto cómo Roberto Harari –a partir de la atenta y rigurosa revisión a la que se ha abocado– extrae del cotejo de algunos términos de las ediciones francesa y castellana del Seminario XX de Lacan, la palabra porte, traducida en la ocasión por “acarrea”. Acota que en este caso –no siempre ocurre así–, “Lacan puntúa un concepto con el fin de alcanzar la mayor univocidad posible en medio de la acción significante”. Al continuar con el análisis, confirma: “[…] en efecto, si se le hace decir que el germen «acarrea» –también «ocasiona»– la muerte, se difumina así el sentido fuerte del Träger («portador») que le adjudica esa frase, en consonancia con lo demostrado por la biología moderna”. Pero he aquí que para el psicoanálisis, “la muerte es engendrada –no por el germen sino por la repetición del cuerpo en la descendencia, merced al «invento» de la sexualidad que hace a un lado la escisiparidad”. Esto último se aúna al acento que Héctor Yankelevich –en su Conversaciónhace recaer sobre el término de marras, al subrayar que “Althusser lo lee y lo traduce como «soporte»”, en su lectura de Marx. “Ahora bien, Träger también quiere decir «portador», lo que cambia totalmente el sentido del concepto”. Más aún, enseña Lacan: “Es tal vez de otro modo que hay que leerlo: hay que leerlo con inocencia”.[10] Y así ese lector, entonces, ¿retrofunda lo que está leyendo?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Jacques Lacan: Conferencia en Niza: De James Joyce como sinthoma, 24 de enero de 1976, inédito (la traducción me pertenece).

[2] Ibíd.

 

[3] Cf, AAVV, (E.Porge, G.Strada y otros) II parte de “Acerca de una versión crítica y bilingüe de las últimas sesiones del Seminario de Jacques Lacan Los fundamentos del psicoanálisis (1964) o Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964-1973)”

 

[4] Roberto Harari: Intraducción del psicoanálisis. Acerca de L’insu…, de Lacan, Ed. Síntesis, Madrid, 2004.

[5] Jaques Lacan: “Posfacio al Seminario 11, en Otros escritos, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2012.

[6] Roberto Harari: Op .cit.

[7] Jacques Lacan: El Seminario, Libro XIX: …o peor, clase del 8 de marzo de 1972, versión inédita.

[8] Jacques Lacan: El Seminario, Libro XXIV: L’insu que sait de l’une-bévue s’aileà mourre, clase del 17 de mayo de 1977, inédito.

[9] Roberto Harari: Op. cit.

[10] Jacques Lacan: El Seminario, Libro XIX: …o peor, clase del 8 de marzo de 1972, versión inédita.