Por Adriana Hercman
Reseña del libro AA.VV.: El hilo en el laberinto. Algunas lecturas del seminario El reverso del psicoanálisis, Ediciones Kliné, Buenos Aires, 2019
En el marco de un trabajo de escuela, el hilo insiste. El hilo en el laberinto. Algunas lecturas del seminario El reverso del psicoanálisis resulta de lo trabajado en un seminario convocado por Verónica Cohen en la Escuela Freudiana de la Argentina, de una práctica de transmisión producida en la interlocución con otros.
Entramos al laberinto con un hilo orientador. En el mito al que hace alusión el nombre de la publicación, Ariadna pone en manos de Te- seo un ovillo de hilo para que encontrara el camino a la salida. Este libro continúa desenrollando ese hilo que encuentra su punto de partida en la falta y que en los rodeos contornea un vacío, mientras teje una trama de lecturas.
Con tres hilos[1] ya hay serie, es posible hacer trenza y hacer nudo. De un hilo al otro seguimos el recorrido que va de la invención del objeto a al pasaje de un Otro al otro como trayecto de un análisis, para arribar a la escritura que formaliza los cuatro discursos; pasaje del plural de los objetos a recortados del cuerpo, libra de carne con la que se paga el paso del goce al deseo, al objeto a articulado con el goce como función lógica del plus
de gozar, hasta la presentación de los cuatro términos que en este seminario comienzan a dar vueltas por los lugares fijos del matema con que Lacan da escritura a su preferencia por un discurso sin palabras, las que solo secundariamente van a ir allí a alojarse.
Un discurso sin palabras al que sin embargo los autores[2] del libro hacen hablar.
También se dejan escuchar las voces de los asistentes al seminario, con sus preguntas y comentarios, de modo que resulta no una única lectura ni La lectura del seminario de Lacan, sino un singular en- tramado de lecturas, producto de un trabajo del que sedimentan, restan las mar- cas de una enseñanza.
Ya en su “Prólogo”, Marcela Ramunni destaca el valor político y ético con que Lacan imparte su enseñanza y con el que los autores interrogan el decir de aquel a partir de la lectura de Freud.
El trabajo de Verónica Cohen da la orientación discursiva general del libro. Comienza siguiendo a Lacan en la invitación a tomar el proyecto freudiano al revés, esto es, a leer el reverso de aquello a lo que Freud osó enfrentarse: el discurso de la moral y la religiosidad, y propone ir al ras de la experiencia, entendida como experiencia de discurso, en la que a partir del: “Hable, lo escucho”, formulado por el analista, el discurso del inconsciente se despliega, se abre para hacerse legible.
Una vez delimitado el campo freudiano a partir del inconsciente, Verónica Cohen ubica entre este seminario y el anterior el pasaje de una economía libidinal, pulsional, a una economía de discurso, del cuerpo libidinal al campo del goce como campo lacaniano, una formalización necesaria para la experiencia del análisis que Lacan deja a nuestro cargo.
Tras señalar que el psicoanálisis es un síntoma en la historia del saber, nos advierte que el analista no debe ostentar un todo saber. A diferencia del discurso universitario, que encuentra el saber como todo saber en el lugar del agente, el discurso del analista encuentra un saber que no se sabe que se sabe, que se distingue del conocimiento y que debe jugar sus cartas en el lugar de la verdad. ¿Qué tiene que saber el analista? Tiene que saber escuchar, saber sobre la castración estructural y saber esperar la señal de angustia.
Si la experiencia del análisis consiste en el despliegue del discurso del inconsciente del que el discurso del analista es su revés, Cohen conmina al analista a no ser cobarde con el acto analítico. Dice en el capítulo diez del libro: en un análisis, es- cuchar la diferencia en la repetición es no hacerle perder el tiempo al analizante. La experiencia analítica nos da la ocasión de apresar y alojar el objeto para arribar al momento de concluir sin que se eternice el tiempo de comprender. ¿Con qué nos encontramos? Con un discurso en el que el analizante paga para trabajar, que por articular la renuncia al goce encuentra una ganancia en una pérdida relativa a la falta que podrá capitalizar.
Para Dora Daniel, la escritura del matema de los cuatro discursos responde a la necesidad de poner el psicoanálisis en discurso y recuerda que el discurso del amo domina porque somos hablados y que la única manera de enterarnos de esa determinación de la que nada sabemos es atravesar la experiencia del análisis.
Alicia Russ se mete de cabeza con el mercado del goce en el campo del discurso y se adentra en la relación entre el discurso y lo político, relevando la afirmación de Lacan de que no hay discurso que no sea del goce, al menos cuando se espera el trabajo de la verdad.
Victoria Moreno sostiene que así como no se puede leer a Lacan sin Freud, tampoco a Gödel sin Hilbert, y para argumentarlo pone a dialogar a Hilbert, Gödel y Lacan para trabajar la verdad hermana- da al goce por su carácter de incompletud. La verdad tiene estructura de ficción y se lee en las ficciones del decir del sujeto.
Adriana Hercman trabaja con dos anexos al texto de Lacan: Radiofonía e Impromptu en Vincennes, pulsaciones externas al seminario a las que da el valor de márgenes que, a la manera de glosas de un sueño, permiten ordenar el texto. En Radiofonía Lacan termina de fijar la teoría de los discursos y los articula con los imposibles freudianos y la impotencia de la verdad. Luego, lleva su Impromptu a Vincennes y en un clima impregnado del Mayo Francés, la protesta estudiantil se mete en el seminario. Lacan descree del orden político establecido tanto como de las fantasías utópicas, y pone en acto su intención no de transgredir ni revolucionar sino subvertir, irrumpir, despertar, sacudir a los estudiantes del lugar de unidades de valor en que los fija el discurso universitario, pudiendo leerse allí los antecedentes de lo que años más tarde llamará “discurso del capitalista”.
Como sostener el hilo en el laberinto es, entre otras cosas, sostener que aquello que se dijo puede ser causa de lo que se vaya a decir, algunas discusiones dieron lugar a dos paneles: en el primero, Rita Chernicoff, Aida Canan, Clara Salz, Victoria Moreno, Laura Fumarco y Miriam Allerbon realizan algunas consideraciones sobre el fantasma. En el segundo, Miriam Allerbon, Rita Chernicoff y Alicia Hartmann trabajan la pregunta: “La verdad, ¿es una proposición… sexual?”. En ambos paneles hay un orden de intertextualidad que nos lleva a otros tex- tos, a otros autores, no solo del psicoanálisis: desde Freud y Lacan hasta Porge, Marx, Foucault, Hegel, Heidegger, Hilbert, Wittgenstein, Frege, Politzer y Göedel, entre otros.
Dice Lacan: “Esto ni se me había ocurrido, ya que rehago diez veces lo que escribo. Pero es cierto que la décima vez lo escribo muy rápido. A eso se debe que le queden imperfecciones, dado que es un texto. Un texto, como su nombre lo indica, solo puede tejerse haciendo nudos. Cuando hacemos nudos, algo queda y cuelga”.[3]
Estos hilos (el I, el II y el III) también arman nudos. Quizá lo que de ellos resta y pende sea ocasión para otra vuelta, para que sean enhebrados a la aguja hacedora del tejido, haciendo cada vez un texto más rico.
[1] El primero, Lecturas del seminario La angustia y sus referencias, se corresponde con el seminario que tuvo lugar entre los años 2008 al 2010; el segundo, Lecturas del seminario De un Otro al otro re- coge lo trabajado entre 2011 y 2013; el aquí reseñado, entre 2014 y 2016.
[2] Verónica Cohen, Miriam Allerbon, Aida Canan, Dora Daniel, Rita Chernicoff, Laura Fumarco, Alicia Hartmann, Adriana Hercman, Victoria Moreno, Alicia Russ y Clara Salz.
[3] Jacques Lacan: El Seminario, Libro XIX: … ou pire, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2012, pág. 169