Por Guillermina Díaz

Reseña del libro de Noemí Sirota: Testimonio y experiencia. El psicoanálisis, su transmisión, Ediciones Kliné, Buenos Aires, 2019

Este nuevo libro de Noemí Sirota trabaja el testimonio y experiencia del pase en la Escuela Freudiana de la Argentina; lo que hubo, lo que hay y lo que podrá haber en las generaciones por venir, tal como lo subraya Verónica Cohen en el prólogo: “Este bello libro es testimonio del trabajo con el dispositivo del Pase en estos años de escuela, y está también dedicado a otras generaciones [por venir]”.

“La osadía del inconsciente consiste en darle valor de verdad a aquello que proviene de una experiencia, la de hablar sin saber. Su transmisión requiere de otro modo porque «hace falta que se diga». El testimonio y el testigo surgen, entonces, como cuestión a desplegar, y la Proposición… de Lacan da el marco para ese despliegue”. Quisiera estacar esta frase porque valoro el reto, la bravata, el desafío con el que Noemí Sirota nos provoca a entrar en su libro.

Sabemos que hace ya varios años, los carteles y jurados de pase se constituyen con AE de la Escuela que recibe un pedido de pase y AE invitados de otras escuelas. Me encontraba conformando el cartel de pase de la EFA cuando entre otros llegó el pedido de pase de Noemí Sirota. Fue entonces que contraje una deuda con la transmisión de sus decires, porque verdaderamente fue un pase al que le debo enseñanzas muy enriquecedoras acerca de lo que pasa con la pulsión después de haber transitado un análisis; al mismo tiempo de haber vivido en acto de escucha y en cuerpo la resonancia de un decir, en acto pasó lo que se repite hasta el cansancio: que “[…] las pulsiones son el eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir”.[1] Allí hubo tras- misión y conmoción que imprimieron marca y firma imborrables.

Nos encontramos ante un libro en el que las preguntas aparecen de tal modo que podemos imaginar a su autora como una hilandera, una tejedora que avanza en y con el entrecruzamiento de sus decires, y va tejiendo una trenza que incluye tres hilos: la experiencia del pase, la experiencia del análisis y la constitución del parlêtre. Trenza, tejido donde las hebras se sostienen entre sí y al mismo tiempo se diferencian: me refiero a lo que es del orden de la experiencia del pase, la experiencia del análisis y la estofa, la materia del deseo en que está hecho cada sujeto.

Así da a leer el nudo de su testimonio a través del efecto y el valor de las formaciones del inconsciente. Literalmente: “[…] algo alteró los hechos: un lapsus de uno de los dos pasadores. Ese lapsus me aportó los medios para que mi inconsciente produjese un sueño en el cual, por así decirlo, se leía qué cosa te- nía que ver con lo que del trauma se pintó en el fantasma, y mostraba una firma. Ese sueño se constituyó en testigo, testigo de un deseo que entregué al pasador”. De esta manera, efectúa un testimonio/ testigo que leído en el cartel produce nominación y escribe las letras de AE.

Una primera lectura del libro me hizo pensar que el mismo era el producto, el resultado de lo que pasó entre aquel pedido de pase y lo hablado en el seminario que Noemí dictó dos años después de producida la nominación. Pero el libro dice mucho más que meramente poner en relación “testimonio, nominación y seminario”. También dice, y queda escrito, que la autora hizo el pase dos ve- ces, lo que no solo muestra sin ambages su honestidad intelectual, sino que subraya que aunque alguna vez su pedido no fuera nominado, al decirlo, al escribir- lo, ella lo hace exsistir y trasmite en ese mismo acto que la experiencia de pasar por el pase siempre enseña, aun cuando no produzca nominación. Así lo dice ella: “[…] no creo que solamente se pueda esperar una enseñanza de aquellos que fue- ron nominados. […] Hay que hacer lugar a eso que resta de la experiencia de haber dado testimonio y del hecho de no haber sido nominado. […] Quizás haya que pensar en relación con el tiempo en falta para que el inconsciente se haga discurso”. Leo ese tiempo como una referencia directa a los tiempos lógicos. “Hay allí una dimensión que, a mi entender, es la apuesta mayor del pase que propone Lacan, la de hacer discurso, trasmitir la efectividad de una experiencia, la del análisis, una experiencia en la que el inconsciente se hace discurso”.

Este libro, además, tiene una impronta muy singular ya que en el despliegue de los temas y los capítulos la autora se ubica en el lugar de pasador y da en acto un “testimonio” que muestra la experiencia del pase. Ello es fácilmente ubicable en el modo de formalizar las preguntas que surgen a partir de la experiencia del pase, sus respuestas y las consecuencias de proponerse hacer escuela de orientación lacaniana.

Las razones de la práctica, tal como se produce en la Escuela Freudiana de la Argentina, explicitan la lógica de dicho dispositivo y a quienes incumbe. Leemos: si “[…] cualquier persona que se analice, puede, por tener un decir analizante, es- cucharse y escuchar a otro […]”, eso que surge como producto de un análisis, por el lazo social allí establecido, puede entonces hacer el pase.

Cualquiera, a condición de que el pase produzca la “[…] enseñanza que hace lugar a la espera, de algo que pueda surgir de los efectos del decir de alguien que dio testimonio” de lo que él mismo no sabía según su deseo. Ello permite establecer con claridad meridiana la diferencia entre lo que sucede en el análisis y la experiencia

del pase, eso que el testimonio “hace pasar” cuando el pasante puede encontrar la articulación entre el saber del Otro y el surgimiento del deseo de analista. Esto supone que es posible pesquisar la separación entre la cicatriz del trauma y el goce ruinoso del erotismo, encontrando un modo de testimoniar sobre ello.

Destaco que este libro tiene como base lo que se dice, lo que se dijo en el seminario homónimo, ese soporte en la palabra hablada, ese diálogo impar, de maestros y discípulos, de pasadores, pasantes y miembros del cartel de pase. Constituye un registro de lo que se afirma y de lo que interroga, y a veces deja un resto, aún, para seguir. El hallazgo consiste en permitir a cada lector, haya participado o no del seminario, pueda incluirse al leer- lo, entrar en el diálogo, en el debate, las diferencias, los interrogantes que se van sucediendo vez por vez en función de los encuentros realizados.

Pero me detengo en otro hallazgo que me produjo sorpresa y que está referido a la tensión necesaria, que mantiene a distancia el grado de AME del de AE. El AE está en la brecha de intervenir en los problemas cruciales del psicoanálisis; las tres letras del AME indican, en cambio, el grado de alguien formado en la escuela, a quien se le reconoce que puede llevar un análisis hasta el final.

“Cabe la pregunta: en virtud de los diferentes lugares y su función en el dispositivo de transmisión que es una escuela, ¿a quién le concierne, específicamente, la pregunta por el final del análisis? ¿No es acaso el AME a quien se le supone que puede conducir un análisis hasta el final?

¿Por qué no esperar que el AME se pregunte qué tipo de final de análisis concibe cuando conduce un análisis hasta el final?”. Subrayo estas preguntas como modo de hacer lugar a otra apuesta, esta vez en relación con el grado de AME. La apuesta los incluye y concierne en la responsabilidad del título que portan, para que este grado que se otorga sin ser pedido no se con- vierta en una jerarquía de formación suficiente. Algo hay que perder para localizar algo del Uno que, en tanto sujetos, somos.

En palabras de la autora: “La nominación de AE autoriza esas letras allí donde entre un pasador y otro pasa una pérdida de goce por indicar una falla en el saber”. Además: “[…] algo que tiene que ver con la opacidad, con la otra cosa que no es el significante, que tiene que ver con la salida de la transferencia. El testimonio trasmite sobre el analista que hice y del que me deshice”


[1] Jacques Lacan: El Seminario, Libro XXIII: El sinthome, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2006, pág. 18.