En este trabajo intentaremos abordar alguna de las cuestiones problemáticas a las que se abre el tema propuesto por Lapsus Calami tomando, desde luego, la consideración del y que propone el título.

Es habitual que la doxa atribuya el mismo estatuto teórico de modo indistinto tanto a lo escrito como a la literatura que se produce a partir de lo escrito.

A lo largo de toda su enseñanza Lacan ha ido reformulando los conceptos y nociones que forman la trama, el tejido de la misma, pero siempre en articulación con el conjunto de su doctrina y muy especialmente en relación con el concepto de lo inconsciente, atento a la eficacia que cada avance alcanza en la dirección de la cura.

Es así que va desplegando la fórmula de la metáfora en los seminarios tempranos, el grafo del deseo en diferentes versiones, los matemas de los cuatro discursos, las fórmulas de la sexuación, los cadenudos y el psicoanálisis post-joyceano como las presentaciones que la escritura va tomando en su enseñanza en tanto los considera soportes de la misma. Vale decir que son tanto el residuo de lo que se habla ‒por ejemplo en la transmisión oral‒ como aquello a partir de lo cual se puede hablar, dado que las diferentes escrituras que acabamos de nombrar no dicen nada sino a partir de lo que ellas permiten en tanto la lectura de lo que en ellas se cifra, siendo al tiempo lo que decanta de una enseñanza.

Tenemos una función de la escritura que entendemos de la siguiente manera: es la que puede limitar el discurrir en la medida que ordena, justifica así como también autoriza, posibilita, da lugar a la audición del analista. Nos referimos a la dirección de la cura, de lo que lee en lo que se escribe hará letra, ni antes ni después del significante, diferente de él dado que pertenece a otro registro, el de lo real, en lo que hace a nuestra praxis de lo real, y es en esa dirección que algo –lo que se escribe– permite avanzar en psicoanálisis.

Recordemos la noción de letra que leemos en la obra de Lacan y que él va modificando a lo largo de su enseñanza, desde su escrito La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud hasta la consideración de la letra en lo real, ya que ese es su registro. Es así que la letra se distingue del significante y de esta manera afecta a la dirección de la cura en el artificiar poiético del audicionar del analista. Al decir que se distingue queremos situar a la letra – tal como la define Roberto Harari – en tanto una “[…] dimension del lenguaje cuyo cincelamiento adviene con motivo del trabajo del analista en las curas a su cargo”.[1]

Desde el comienzo de su enseñanza Lacan ha situado el lugar de la palabra avanzando en sus versiones. La talking cure encamina al síntoma como un mensaje dirigido al Otro que demanda su desciframiento, lectura de su sentido en tanto saber cifrado, ruptura de un encadenamiento que lo significa y que le aporta un goce que años más tarde será nombrado como goce fálico.

El síntoma, así lo define –y no abandona esta definición– es metáfora. Vale decir, remite a otra cosa, un no cesar en sí mismo, un más allá. Aloja una resistencia, la de un deseo incestuoso, interdicto, del cual el sujeto se provee para proteger –de un modo sufriente– la ausencia de relación sexual. La existencia como dolor, de la que el síntoma brinda su inefable testimonio, no es lo mismo que el dolor de la existencia, que no reconoce más que la ausencia de relación sexual.

Tomemos a modo de ejemplo, ya que no es el propósito de este artículo recorrer cada una de las escrituras que Lacan nos propone a lo largo de su enseñanza, la del síntoma en el grafo, o sea, s(A). Dada la naturaleza del síntoma, la represión y el retorno de lo reprimido, la censura y la transgresión y el goce prohibido son sus notas distintivas y también va en esa misma dirección cuando anota significado del Otro. La construcción del grafo, entonces, da cuenta de la relación estructural entre el síntoma y el fantasma y es una escritura que posibilita una lectura en tanto soporte de la singularidad de un caso clínico.

Convengamos en que el grafo es un soporte, por eso es preciso “decirlo”, necesita de lo oral, es lo escrito situado entonces tanto como soporte y como residuo de lo hablado. Es una escritura enlazada al síntoma, a su intelección. Su lectura nos autoriza a leer lo cifrado en el síntoma, en su respuesta al fantasma.

De modo tal que el síntoma –podemos ir avanzando en este recorrido– se escribe con diferentes letras si es retorno de lo reprimido ligado al conflicto entre instancias, si se lo escribe en el grafo del deseo articulado al fantasma o –y será otra lectura de lo escrito– si se anota en el cadenudo –hacia el final de su vida y de su obra, Lacan avanzó en la elaboración del sinthoma.

Tanto la escritura del matema con que escribe el síntoma, s(A), como los siguientes matemas en los que se sostiene su enseñanza se diferencian de la escritura del patema. Respecto de este último solo encontramos dos referencias en el Seminario XXII: RSI,[2] una de ellas dice: “El sujeto es causado por un objeto que no es notable más que por una escritura, por lo que un paso es dado en la teoría. Lo irreductible de esto […] no es efecto de lenguaje –pues el efecto del lenguaje es el pathema, la pasión del cuerpo”.[3]

Se trata de praxis de lo real, que escapa a toda formalización, lo que lo va llevando a la consideración del sinthome para dar cuenta del “todo pero no eso” que resta como el “hay de lo uno” que ha sido trabajado con insistencia a partir del Seminario XIX: …Ou pire.

El sinthome, por su lado, alcanza su definición en la noción crucial que adelantáramos: pero no eso. “Es en esa negativa –precisamente– que reside el modo de decirle «no» a la demanda del Otro. No olvidemos al respecto que la condición neurótica de vérselas con su síntoma exhibe su extremada facilidad para decir sí a aquella. En cambio, no sería el caso del sinthome, donde se localiza el mais pas ça”.[4] Sustracción que puede o no dar lugar a lo singular. La identificación con el sinthome al final del análisis puede, como no, dar lugar a una producción escrita, pero este es otro estatuto de la escritura. La producción escrita, sabemos, admite una convivencia con el síntoma, así lo testimonian la historia del arte y de las ciencias que nos proporcionan múltiples ejemplos de dicha alianza, con resultados notables para la literatura, la música, las artes plásticas, las ciencias, etc.

El síntoma como metáfora y la prevalencia de la lógica del significante están en relación con la escritura de la metáfora tal como Lacan la presenta en sus seminarios tempranos. Es necesario tomar en cuenta las diversas acepciones que la palabra escritura alcanza a tener. Puede definirse a partir de la letra que pertenece al registro de lo real, escritura que encuentra su límite en la letra referida a lo estrictamente simbólico, es decir, lo símbólico de la letra, como el texto que necesita de la grafía pero no necesariamente de la letra en el registro real. Apuntamos a no confundir el producto, lo producido como texto, con el concepto de letra, ya que no es más que imaginarizar dicha noción deudora de una praxis que se nombra de lo real. Si lo que escribe un matema se distingue del patema es porque la paradoja de las pulsiones no encuentra – hacia el final de la enseñanza de Lacan- una grafía con la cual ser escrita. Es por ello que afirmamos que la escritura no es lo escrito.

En la Conferencia en Ginebra… leemos que “[…] el psicoanálisis es algo muy diferente de los escritos”.[5] A nuestro entender se trata de distinguir el escrito como lo que resta de lo hablado, el residuo que toma esa forma. Se habla a partir de lo escrito, pasaje por la palabra que es lo que, en tanto lectores de Freud y de Lacan, nos toma como lectores que hablan a partir de unos escritos.

La enseñanza y la transmisión se sostienen en los escritos de los maestros. Toman su lugar gracias a esa literatura que ha sido transcripta, y/o editada, ya que se trata de la obra, de una manera de dejar testimonio de lo que hace un analista. Ellos son, así lo entendemos, la trama, el tejido, hecho de hilos cruzados, anudados, enlazados de letras que conforman el cuerpo de la doctrina en nuestra praxis de lo Real- o sea que para hablar de texto nos valemos de una metáfora textil.

Es posible, por tanto, deducir la relación que lleva la escritura cuando la referimos a lo que se escribe en literatura, por ejemplo, cuando reina la metáfora.

 

Lo escrito y lo oral

 

En la enseñanza de Lacan encontramos múltiples referencias a las cuestiones concernientes a la transmisión, la enseñanza y el lugar que toman los escritos.

Para los talmudistas, por ejemplo, no hay ninguna duda de que la transmisión es asunto del registro oral. Es por esto que ellos se opusieron violentamente a la escritura del Talmud, no aceptaron su redacción cuando la dispersión y las persecuciones amenazaban hacerlo desaparecer por completo. Es la proximidad de la muerte lo que impone el recurso a lo escrito.

Para Rabí Eleazar escribir es olvidar, al tiempo que el que escribe intenta perdurar en la obra que está dirigida a otro que lo recuerda renovando las transferencias de trabajo. Aunque este no es el tema que nos ocupa en el presente artículo valga para pensar la eficacia que puede tener la pertenencia (o no) a la comunidad psicoanalítica. ¿Cuál es, entonces, la función de lo escrito? Planteando la interrogación a un capítulo del Seminario XX: Aun Lacan responde que: “[…] Lo escrito no pertenece en absoluto, no es de la misma calaña que el significante, y dado que el significante se refiere al discurso, es decir la utilización del lenguaje como lazo”.[6]

Consideración muy diferente a la del Realenguaje, en el que la eficacia de los múltiples tramados, pliegues, homofonías,orzajes con los que lalengua traumatiza al hablanteser. Letras con las que el cuerpo es tomado lejos de la comunicación, ya que la versión del lenguaje como lazo, aunque necesaria, tiene que ser anotada en un registro que no es el de la letra.[7] Es el modo en que el lenguaje se articula con la escritura.

Al decir que sus Escritos no eran para ser leídos, Lacan intenta especificar la función de lo escrito en el discurso del analista. Lo escrito no es para ser comprendido, es una puntuación que, tal como la entendemos, lleva a hablar – si el texto no se comprende hay que explicarlo; eso es hablar. El escrito tiene que pasar por el hablar a partir de los escritos. Lo enlazamos a la función de la literatura psicoanalítica y la transferencia que en tanto lectores nos es posible llevar a cabo, somos lectores de Freud y de Lacan.

No hay que confundir la literatura –sea del género que sea– con la escritura. Para el psicoanálisis, la literatura que se ocupa de nuestra disciplina es una de las formas en que alguien –el escritor– produce un texto cuyo soporte son las letras, así como para una escultura el soporte puede ser la madera, el metal, el bronce, etc., y para la música el texto escrito es un pentagrama –el que es necesario leer para poder interpretar y realizar versiones de él. Escribir o dibujar letras es la grafía, lo que orienta la lectura es lo que hacemos a partir de lo que el cuerpo de la teoría nos brinda, aunque su texto sea sobre psicoanálisis si nos interesa un subrayado que despeje toda connotación imaginaria tendremos literatura psicoanalítica pero no escritura.

Es en la dirección de lo que leemos a la altura del Seminario XVIII: De un discurso que no fuera del semblante, que conduce nuestro hilo de trabajo: “[…] aun cuando la literatura llamada de vanguardia, lituraterre, es un hecho de litoral porque no se sostiene del semblante, pero sin embargo no prueba nada, solamente en la ciencia la escritura ha hecho maravillas”.[8]

Pocos años más tarde se centrará en la lectura de Joyce. Así, Lacan lector, es causado por la escritura y no por la literatura de Joyce, ya que en la primera lee una operación que arroja efectos de enseñanza para la experiencia del análisis. Lenguaje y escritura, en un juego carente de inocencia, se afectan, y lo que a Lacan le interesa demostrar –a partir de su estudio de Joyce–na estructura de cierta estabilización posible donde el sinthome se revela como una implementación distinta, de la que nos dice es la intelección psicoanalítica del síntoma neurótico. Tal como lo señalaramos en un artículo ya publicado: “El lenguaje que Joyce utiliza en su escritura evacúa el efecto representativo del significante y lo que resta es la producción de goce cifrado que no remite, que no llama a ningún efecto de significación, su escritura produce una literatura que, nos enseñará la diferencia entre lo verdadero y lo real, en la medida que la verdad encuentra en este su límite”.[9]

La letra, entonces, fija el goce en el síntoma, queel goce fálico, podrido, que conlleva el sufrimiento del cual el analizante intenta liberarse. En el sinthome, por el contrario, el goce es de lo artificiar, el arte en tanto reino de lo singular, entendido como la posibilidad de sustraerse a la demanda para encontrar otra versión del goce, ya que en el síntoma un deseo resiste pero no sin dolor.

La escritura, producto de la letra, da lugar a un escrito, pero tal como la entendemos no es la literatura.

Siguiendo esta línea sostenemos que aun los textos construidos a partir de un escrito son textos de psicoanálisis, una literatura hecha de palabras que encuentra su singularidad, su especificidad y que refiere al hablanteser. Pero a pesar de ser llamados “escritos” es preciso diferenciarlos de la letra como noción, pues no son escritos en lo que define a la letra como tal. Es, quizá, un modo de intentar re-inventar el psicoanálisis –no inventarlo, porque eso ya se hizo– poniendo en juego la relación de la letra con el sinthome.

Es por ello que el quehacer de la escritura puede coexistir con el síntoma, no se molestan ni se alivian, así como el sinthome como fin del análisis no quiere decir que el analista escriba textos de psiconálisis; puede hacerlo o no.


 

[1] Roberto Harari: “El cuerpo y la letra”, en El fetichismo de la torpeza, Homo Sapiens ediciones, Buenos Aires, 2003, pág. 149.

[2] RSI en francés es homofónico con heresie.

[3] Jacques Lacan: El Seminario, Libro XXII: RSI, clase del 21 de enero de 1975, inédito.

[4] Roberto Harari: El síntoma, seminario dictado en Mayéutica- Institución Psicoanalítica, 2004.

[5] Jacques Lacan: “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma”, en Intervenciones y textos 2, Ediciones Manantial, Buenos Aires, 1988, pág. 117.

[6] Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XX : Encore, clase del 9 de Enero de 1973. La traducción de “lien” por “lazo”, me pertenece.

[7] Para el lector interesado en la ampliación y desarrollo del tema del Realenguaje ver Roberto Harari: Palabra, violencia, segregación y otros impromptus psicoanalíticos, Ed. Catálogos, Buenos Aires, 2007 y Edgardo Feinsilber: La interpretación en psicoanálisis. De la sugestión al forzaje, Ed. Catálogos, Buenos Aires, 2002.

[8] Jacques Lacan: El Seminario, Libro XVIII: De un discurso que no fuera del semblante, clase del 12 de mayo de 1971, inédito.

[9] Diana Voronovsky: “Lo sexual en la lengua”, en El sinthome. Consecuencias clínicas, Letra Viva editorial, Buenos Aires, 2001.