Presentación de Lapsus Calami N° 5 en la Biblioteca Nacional el 30 de abril de 2016

Por Ilda Rodriguez

El escrito freudiano de 1919 que lleva ese nombre, tiene una relevancia fundamental para la inserción del psicoanálisis en la cultura. Forma parte de un cabal work in progress –que se va realizando sobre la marcha-  puesto en acto por Freud a partir de esta  “palabra-concepto” – como la llama – donde la importancia del término, de su significación, es esencial a la construcción, definición y puesta en relación con otras nociones de la doctrina psicoanalítica. ¿Cómo nombrarlo en nuestra lengua castellana, si en ésta no existe una palabra que pueda brindar todos los matices que propone el padre del psicoanálisis para lo Unheimliche, habiendo dedicado su primer capítulo al estudio de esas posibilidades lenguajeras? Quiero decir que la palabra alemana misma escribe de lo que trata la noción, al modo del performativo. Desde luego que hay allí una incidencia del “genio de la lengua”[1]alemana, puesto que cada lengua goza del suyo.

Ahora bien, Freud nos alerta que en su exposición va a tomar esta vía, la del uso que la lengua muestra, luego se abrirá camino a través de una colección  de casos particulares y sólo más tarde encontrará su confirmación. Incluso, había insistido en distinguirlo como “más estético” que clínico. ¿Acaso esta consideración dará en hablar, tal vez, de un carácter no reductible fácilmente al significante, mostrando una incidencia del registro de lo Real?  Es claro que lo Unheimliche freudiano, de inicio trae un problema a su traducción en otras lenguas, eso es seguro. Pero ¿qué novedad nos trae a los analistas con lo que intenta mostrar mediante esa noción?

A no dudar que estamos frente a una novedosa “fábrica del concepto”, habida cuenta de que el inventor del psicoanálisis nos advierte que si bien aquella “palabra no se usa en un sentido que se pueda definir de manera tajante”, puede encontrarse[2] que esa “palabra-concepto particular contenga un núcleo que justifique su empleo” y “se quiere averiguar cual es el núcleo común que  permite, por ejemplo, diferenciar algo “Unheimliche” dentro de lo angustioso”.[3]  En esa línea, por ejemplo, se da a leer la reproducción in extenso –por Freud– de “las entradas de diversos diccionarios” Estas consideraciones preliminares apuntan a ir concluyendo que “Entonces heimlich es una palabra cuyo significado evoluciona hacia la ambivalencia, hasta  coincidir con su opuesto, unheimlich. De algún modo, unheimlich es una especie de heimlich.”

De nuevo, vale consignar cierta condición paradójica detectable en la noción que denuncia su relación con lo Real y que se aprecia cuando Freud plantea cómo lo familiar deviene siniestro, y tan significativo como que lo heimliche (íntimo, familiar), en sus variantes semánticas se torna en Unheimliche” (extraño, no familiar)

En el Seminario XXIII, Lacan nos habla del  parolier[4], que bien traducido hace referencia a “quien pone lo suyo, sobre ese texto del Otro”.[5] Así este “parásito libretista”- ¿posición en nuestras notas de lectura?- es un ¿virus? ineludible padecido por el parlêtre. Precisamente, somos invadidos por distintas propiedades de las palabras, especialmente por su polifonía. He aquí la cuestión, ¿debemos someternos a ella dejándonos hacer por todo lo que evoca e invoca cada palabra? ¿Importa liberarnos de la omnipresente polifonía cuando decimos que una palabra solo quiere decir lo que dice?

Se sabe que el inventor del psicoanálisis interroga los escasos puntos de contacto entre  psicoanálisis y estética; específicamente cierto sector de esta, uno alejado, marginal para que nos provea algunas respuestas sobre el funcionamiento de nuestra vida psíquica. En esta dirección se esboza el propósito de poner a hablar lo coral de algunos textos que componen este número, prevalentemente los que tratan lo Unheimliche en tanto “un ámbito determinado de la estética”, el “de la ficción”, no menos que por “el papel que tiene para la teoría psicoanalítica la investigación de las representaciones literarias y artísticas […], y en el campo más amplio de los procesos culturales contemporáneos”[6]

Se trata de lo Unheimliche leído en clave polifónica desde el arte en psicoanálisis o desde un arte modificado por el psicoanálisis. En todo caso, en una relación plural y múltiple, como quizás pueda apreciarse… inesperadamente.

Sin duda que lo mencionado abre a una de las paradojas que nos enseña la estética en relación con la belleza, y es que cabe encontrar, precisamente, la fascinación por lo siniestro. Por eso, no es inusual que alguien casi se lance hacia eso, pretendiendo recuperar allí ese goce que le falta y así poder lograrlo. Resta hacer la salvedad de que así es mentada la falta –paradójica– de un goce que fue perdido y que nunca se tuvo, lo cual da cuenta de una determinación Real, ya que esa procura no cesa… de no escribirse.  Desde tal perspectiva, su andadura se rige por una multiplicidad de voces plenivalentes para decir lo Umheimliche en sus inflexiones clásicas y novedosas, sostenida por una lectura capaz de autorizarse en la generación de enigmas.

Manos a la obra, pues, para comenzar a despejar el interrogante suscitado, no sin procesar el efecto de enseñanza que implica, porque desde ya en el recorrido por los distintos textos que avanzan el concepto, habremos de tropezar con aparentes contradicciones, con tanteos y tal vez con formulaciones definidas, retroactivamente, como provisorias. En esta orientación, resulta –a todas luces – cardinal seguir las notas y referencias freudianas que van conduciendo a reescrituras, agregados, transferencias a diferentes artículos en otros momentos y en la vía de la formulación del concepto.[7]

Un mínimo despeje iniciado exige exponer algunas cuestiones de manera gradual, comenzando por el distingo que se deja captar en lo Unheimliche freudiano cuando es volcado al francés, por ejemplo, como inquiétante étrangeté –inquietante extrañeza, en castellano. Entendido en tal tesitura, vale la pena acentuar que lo extraño sabe –con presteza– ser inquietante y por cierto, que tiene cierta lógica. Pero entonces, ¿qué de novedoso nos traería Freud con unheimlich si fuera la inquietante extrañeza?

Retomando nuestro hilo, puede verificarse que en su work in progress hacia la conceptualización de lo Unheimliche, Freud va tomando el pulso a la noción –siguiendo un genuino designio– alrededor de: unas respuestas, sensaciones, sentimientos, pensamientos, creencias, impresiones, ante algo.

¿Adónde nos conduce lo hasta aquí expuesto? A mi juicio, a una conclusión –provisoria tal vez para nuestro tránsito – en la que Freud nos llama la atención introduciendo el término Überwundensein y ofreciendo esta lúcida explicación: “[…] tan pronto como en nuestra vida acontece (ereignet) algo que parece aportar confirmación a esas antiguas y abandonadas convicciones (Überzeugungen) tenemos el sentido de lo siniestro” y a veces, el desencadenamiento de una repetición del fracaso (a) una neurosis de destino.

Quizás podamos situar un “tipo” singular de angustia que emerge en la repetición del fracaso, que posibilita leer lo siniestro dentro lo angustioso. Así, ante la tercera ocurrencia de lo igual – se desencadena el desprendimiento del objeto a en el cual el parlêtre comprometió su oquedad y forzándose la función fantasmal, acaece el retorno de lo superado (Überwunddessein)”… identificándose a ese objeto en su caída.

Pruebas al canto: hemos dicho que al escudriñar lo Unheimliche, Freud realiza un rastreo conceptual y etimológico que promueve lo equívoco, lo vacilante, lo abismal, realizando una lectura que permite reescribir el término de una manera novedosa.

De nuevo: terminará mostrando-como señalábamos-  que la voz heimliche coincide con Unheimliche: todo lo que, debiendo permanecer secreto, oculto… en latencia;  no obstante se ha manifestado (Schelling). Es decir que lo Unheimliche no sería nada nuevo, sino algo que le fue familiar a la vida psíquica y que se manifiesta como una presencia sin representación, un huésped que atraviesa la barrera protectora y que une al instante de lo siniestro con un instante de desamparo percibido en el sujeto. Podríamos decir que el sujeto se desorienta, puesto que la experiencia de lo Unheimliche ilustra, como se sabe, esa sensación de haber caído en una encerrona –exactamente ese momento–, de ser devorado por el deseo del Otro, de no dejar un lugar para que alguien pueda alcanzar su “poco” de libertad.

Habría que atender más a esa noción freudiana  Überwundensein, traducida por “retorno de lo superado”, que acontece al destaponarse la función fantasmal, bajo la forma de convicciones férreas y  de tinte deliroide, ante las que el parlêtre se angustia. Ha sido la lectura de Roberto Harari la que le ha devuelto su sitio a ese término, en el tratamiento de lo Unheimliche,[8] ya que su autor lo había diferenciado estrictamente del retorno de lo reprimido, apoyándose específicamente –según entiendo– en la mudanza de la posición subjetiva denotada por esa experiencia. Sin embargo, resulta bastante habitual la explicación unívoca por aquel sesgo de lo reprimido.

Inherente a dicha discriminación, resulta destacable el valor de lo que “acontece”, que parece aportar confirmación a esas antiguas y abandonadas convicciones, y lo que retorna es un sinsentido, repitiéndose “algo que parece” o “que no es ni parecido ni no parecido”. En todo caso, se trata de un des-encuentro frente a lo que se vuelve unheimliche por su ligazón con la angustia. Otra vez aparece en la escena lo que debería permanecer oculto y sin embargo se ha manifestado. Convendría, entonces, desentrañar esa manifestación del retorno de lo reprimido de lo que constituye un retorno de lo superado. Es decir que dicha operación da cuenta de que la angustia ex-siste a lo simbólico. Es que dicha inermidad ante el Otro comporta la imposibilidad de contrarrestar “su llamado”, esbozándose la certeza del sujeto. Se alude a aquellas antiguas convicciones supuestamente perdidas, que al retornar, engendran algo del orden de una certeza, ocasionando ese sentimiento de lo siniestro.

Por cierto, que en la angustia hay una inequívoca referencia a la espera. A mi entender se trata, en esta aprehensión, de eso en lo angustioso a lo que Freud reconoce como lo siniestro (el nada, el a). Entonces, resulta interesante puntuar algunas cuestiones en relación con la angustia asimilada a lo siniestro, paradigmáticamente, y en su referencia (Beziehung) al a.

Ahora bien, si como enseña Lacan, la angustia no es sin objeto, ¿cuál sería el objeto de lo siniestro, habida cuenta de lo que se viene atestiguando acerca de un objeto angustiante inminentemente presente? Hay otras referencias a lo Unheimliche, además de las ya mencionadas, que sin duda incluye una respuesta ante lo inhabitual, lo incomprendido, lo inesperado, etc., cual es el a bajo la forma de la voz –audible, por ejemplo, en las alucinaciones paranoicas o en los mandatos delirantes.

“Acaso sea cierto que lo Unheimliche sea lo familiar-entrañable (Heimliche-Heimische) que ha experimentado una represión y retorna desde ella, y que todo lo Unheimliche cumpla esa condición. Pero el enigma de lo Unheimliche no aparece resuelto con la elección de ese material. Nuestra tesis no admite ser invertida”-refiere Freud.[9] Desde ya que el enigma está mentando el registro de lo Real y es definido por Lacan como una enunciación que no encuentra –aún– su enunciado, en el Seminario El sinthoma. Esta es la apuesta en juego que no hacemos sino ahondar y precisar: “Nada responde a los enigmas”.[10]

Sin duda, que no se deja de aludir a una cuestión sobre la que cabe volver una y otra vez, cual es, una lectura de la novedad. Es decir, cómo la pérdida de la procura de lo novedoso, angustia; antes bien, se trata del temor a no poder salir de lo viejo, cuyo reaseguro consiste en el “antídoto” de la castración.

Digámoslo otra vez, se trata el nuestro de un trabajo que se va realizando sobre la marcha – el work in progress freudiano –y aquí en este coloquio sigue sucediendo en acto, topándonos con aparentes contradicciones, con tanteos,  con formulaciones definidas, en la retroacción, como provisorias…

Concluimos por ahora, con la voz del genio vienés en la introducción de su Das Unheimliche –momento en que la Primera Guerra Mundial acababa de finalizar-: “Por lo demás, debo confesar que por razones fáciles de colegir, propias de esta época, para este pequeño ensayo no he examinado a fondo la bibliografía, en particular la de lengua extranjera, y por eso no sustento ante el lector ninguna pretensión de prioridad”.[11]

 

Ilda Rodriguez, Extensión de lo siniestro, BN, 30/4/16

ildaarodriguez@gmail.com

[1]Cf,  Ilda Rodriguez,  El genio de la lengua en LaPsus Calami Nº4, Traducción en Psicoanálisis, Letra Viva Editorial, 2014, p.181

[2] Vale afirmar que “el que busca, encuentra” es una modalidad del  work in progress.

[3] Sigmund Freud: “Lo ominoso”, en Obras completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1986, vol. XVII, pág. 245.(manuscrito inédito-texto bilingüe-Edición y comentarios L.F:Klimkiewicz)

[4] Parolier: Compositor de la letra de una canción, texto en el cual está escrita la música de una obra lírica de la ópera, libretista (Le nouveau Petit Robert de la langue française).

[5] Roberto Harari: ¿Cómo se llama James Joyce? A partir de “El sinthoma”, de Lacan, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1995, pág. 178.

[6] Ibid

[7] Cf. los artículos de Freud de 1907, 1909, 1910, 1917 y 1924, por ejemplo.

[8] Roberto Harari: La repetición del fracaso, Ed. Nueva Visión, Buenos Aires, 1988, pág. 152.

[9] Sigmund Freud: Op. cit. (El subrayado me pertenece).

[10] Crítica sobre El ojo, libro de Alberto Girri, escrita por Alejandra Pizarnik.

[11] Sigmund Freud: Op. cit.