El enigma de la angustia. De Freud a Lacan
(Reseña del libro de AA.VV.: Miedo, sufrimiento y angustia, Ed. Ledorial, Toledo, 2015).
Por Ilda Rodriguez
Es el séptimo volumen de la “Colección de Psicoanálisis Lapsus de Toledo”, coordinada por Cristina Jarque. Reúne veintisiete escritos de otros tantos psicoanalistas de México, España, Argentina, Francia, Estados Unidos y Estambul, elaborados sobre la base de “nuestra propia experiencia clínica”, a los efectos de la transmisión del psicoanálisis. Para ello, resulta fundamental “hilar la teoría con la práctica clínica”, porque permite “escuchar el desarrollo del miedo en el sujeto y el sufrimiento que conlleva”, así como su lazo con la angustia, según se rescata como rasgo más ostensible desde la introducción.
En congruencia con tal designio, algunos de los textos ofrecidos no descartan en lo más mínimo el abordaje de propuestas que un psicoanálisis en extensión plantea tomando distancia de un psicoanálisis “aplicado” –en tanto “desviación bufona”, como lo califica Lacan. En esta ocasión, Alejandra Ruíz se centra en el análisis del texto Carta al padre. Se trata aquí de Franz Kafka: la obra y la vida. Para ello, toma apoyo en su lectura de lo señalado por Freud, “una ficción puede muy bien sustituir un fragmento de realidad histórica perdida”, y delinea a partir de ciertos interrogantes la idea en cuestión. Por ejemplo: “¿Hay algo en la carta que no haya sido elevado en la obra vía sublimación?”. “¿Podría haber sido la escritura de la carta un intento de acotar el sufrimiento marcando un nuevo litoral entre saber y goce?”. La autora considera que la carta interroga el estatuto del miedo con gran lucidez y arriesga su hipótesis: en “el acto que constituye la escritura de la carta podemos leer la eficacia de la letra en su precipitación”.
Por su parte, Gérard Pommier pone sobre el tapete “el cambio de distribución de la histeria” operado en sus “versiones femenina y masculina por la modernidad”, en su texto El desplazamiento contemporáneo del sufrimiento histérico. Para el autor, es menester aseverar que “sigue siendo un reto sostener que la histeria afecta tanto a hombres y mujeres”. En ese contexto, avanza una puntuación concerniente a diferenciar la “falta de ser”, “casi fundadora de la filosofía” y “refugio del pensamiento contra la excitación sexual”, en contraposición a “la falta de tener” (“envidia al falo para los dos géneros”), a la que considera que “activa indefinidamente el erotismo –con el beneficio accesorio de la reproducción de la especie”.
Recordemos, para poder seguir nuestro decurso, un trazo común subrayado por Roland Chemama respecto de “las demandas actuales” al psicoanalista, tal como “no soportar la angustia”, incluso, “la exigencia de ser librado de ella lo antes posible”, “como si la presencia de ese afecto fuera algo inaceptable”. Sin duda, considera que eso habla de “un tipo de posición subjetiva”. En su texto La doble cara de la angustia, el autor, “volviendo a Freud a partir de Lacan”, advierte que habría que “ligar la angustia a una castración parcial”. De acuerdo con esta concepción que no tarda en explicitar, situará dos posiciones que desplegará en su artículo: una podría sostenerse en la pregunta que confronta al sujeto: “¿Querrá ser liberado del objeto al que debería haber renunciado?”. Y la segunda posición es enunciada en el interrogante: “¿O acaso está angustiado porque tiene la esperanza de guardar «lo que le queda»?”.
Hacia el final del texto, añade algo que conocemos sobradamente los analistas y es que “la angustia toma su fuerza de la relación analítica en sí misma”, en relación con el deseo puesto en obra allí, y que el psicoanalista “no está hecho de otra pasta que su analizante”; por ende, es preciso en todo momento “reconocer su lugar” en la cura.
Christian Hoffmann y Ceylin Özcan, a su turno, en Angustia y subjetividad, parten de la definición del psicoanálisis como “una experiencia de lenguaje”, “de un decir que gira en torno de lo que se nos escapa en tanto que inconsciente”. Puede así extremarse con fecundidad el relieve de “introducir la cuestión de la angustia en la investigación clínica, identificada en tres niveles diferentes”: en el del concepto, en el epistemológico y en el estructural. Abriendo así el camino, nos dicen, “hacia una clínica de la angustia que compromete una ética del sujeto”. En un “acercamiento freudiano”, y “haciendo una lectura lógica”, decanta como “un concepto límite”, dejándonos en que “la angustia de castración es a la vez el peligro de la separación” tanto como “el de la unión que anule toda posibilidad de placer”. Así, a continuación, arribarán al “abordaje lacaniano” transitando por dos hipótesis de Lacan, concluyendo en la formulación de la tesis que dice que el psicoanálisis procura, si bien no resolverla –por su relación con un punto imposible y a la castración– “transformar su trato, su manejo, por el cambio de posición subjetiva respecto al objeto a que se presenta en función de la causa”. A partir de una secuencia clínica, ahondan y precisan la postulación previa, en el empeño de ponerla en acto.
Arribamos, en consecuencia, al texto presentado por Cristina Jarque, en el que valiéndose de un caso clínico procura “transmitir algunos momentos que surgieron en el recorrido analítico de un sujeto cuya vida oscilaba” Entre el derrumbe de lo familiar y el abismo de lo siniestro, como titula su artículo. Según se podrá apreciar, tomando apoyo en la notable episteme del padre del psicoanálisis y en su lectura de Lacan, la autora lleva a cabo una dilucidación del lazo de la angustia con “el campo de lo que Freud articuló como lo siniestro”. Además, muestra que dicha relación puede ser inteligida, por ejemplo, cuando “la mediación que sostiene el límite entre lo siniestro y lo familiar, no está, es decir falta, lo que aparece es la angustia”.
Está claro, por lo que puede inferirse en su artículo y a los efectos de transmitir esa experiencia perdida como tal, que se ha producido un pasaje artificiado por medio de su escrito, de la intensión –esto es decir: el maniobrar transferencial, la habilidad del trabajo con las palabras, labilidad inicial de la lengua flexible – a la extensión por la vía de la presentación clínica de una psicoanalista.
En fin, se argumentará que lo señalado hasta aquí solo indica una mínima parte de las cuestiones planteadas en este volumen, lo cual es exacto; aunque si “como muestra basta un botón” –según el conocido el refrán–, cabe consignar sin hesitar que a partir de lo mostrado en esta presentación, no cabe sino remitirse a la lectura de esta obra para hallar diversas propuestas, articulaciones clínicas novedosas y la posibilidad de leer, también, el efecto sobre la transferencia de trabajo puesta en obra en las diversas traducciones de los textos de los psicoanalistas convocados, no menos que los efectos de lectura al leerlos en la lengua de su autor.