Hace ya un tiempo constituimos Perspectivas en psicoanálisis, un grupo de trabajo inscripto en Convergencia que se propuso, entre otras cuestiones, situar las principales diferencias que se dan en el psicoanálisis actual, tomando como referentes fundamentales las que se producen dentro del marco del propio movimiento. Entre esas diferencias hay que considerar no sólo las que surgen por la historia y las transferencias de trabajo que han ido trazando ciertos recorridos, sino también las que se originan en diversidades geográficas, culturales y, particularmente, las que se producen por el pasaje de lenguas, “[…] porque el reconocimiento de la diferencia entre lenguas enriquece el trabajo en psicoanálisis y permite evitar la hegemonía de una lengua sobre otras”.[1] Durante los encuentros de analistas que trabajan siguiendo estas propuestas[2] se producen numerosas diferencias que no siempre es sencillo asir, ya que no habiendo una sola línea de lectura tampoco hay una misma “lengua psicoanalítica”. Lejos de considerar esta multiplicidad como un defecto, buscando unificar o totalizar estas tentativas, se apostó a preservarla, proponiéndose “[…] alojar en su seno el principio de una diferencia fecunda presente en esa multiplicidad”.[3]Ante esta diferencia fecunda, la complejidad de su lectura y producción, las numerosas publicaciones que circulan entre los que participan en la tarea, quisiéramos sumar algo.

Por ello el desafío que se plantea nuestro grupo al editar Lapsus Calami es publicar periódicamente una selección de textos que representen algunas de esas diferencias fecundas sobre un tema elegido cada vez con el fin de situar múltiples perspectivas, leerlas y ponerlas a trabajar mediante un dispositivo que llamamos notas de lectura. La tarea no es fácil ya que uno tiende a argumentar en favor de posiciones más próximas a la propia desatendiendo otros enfoques, sin investigar lo suficiente como para poder ubicar sus razones y así enriquecer o modificar la propia posición. Situar las diferencias que se ponen en acto en las exposiciones no quiere decir establecer una mera confrontación teórica sino desplegar  sus fundamentos, ubicar un trazo en lo real de la cura, situar la transferencia a diferentes tiempos de la obra de Freud y de Lacan y el contexto en el que se produjeron esas variaciones, tratar de ubicar las decisiones de lectura que toma quien produce en su marco.

En este primer número aportamos entonces nuestras notas de lectura. Como no podría haber un Lapsus calami nuestro, sería el hallazgo de cada uno. Firmadas en nombre propio, estas notas reflejan un intento –fragmentario, incompleto– de constituir cierto dispositivo de lectura. Antes que comunicarlas, es un intento de constituirlas, sumándolas al trabajo que hemos realizado durante nuestras reuniones. Allí, con lenguaje más llano del que en estas páginas podríamos utilizar, intercambiamos opiniones con derecho a disenso, aprobamos o rechazamos con énfasis que no siempre podemos justificar ni pasar por el cálamo de la escritura. No faltan ocasiones en que enormes diferencias que teóricamente parecían insalvables en el momento de escribirlas revelan un trazo clínico que las aproxima (ya que en psicoanálisis no hay más teoría en la clínica que clínica en la teoría). Tampoco una sencilla traducción, sabemos que –en psicoanálisis– decir dos palabras diferentes nunca es decir lo mismo (aunque siempre el vaso puede perder hacia el mismo lado). No faltan oportunidades en las que, a partir de líneas marginales a la argumentación principal, practicamos la digresión, nos dejamos atravesar por los ecos de algún comentario. Aunque en ocasiones busquemos explicar o aclarar algunos puntos planteados por los autores, en otras practicar una lectura transversal que nos permita seguir el recorrido de un término en distintos textos o, simplemente, utilizar una línea menor de la argumentación principal, siempre estamos apostando los límites de nuestra propia lectura y, al mismo tiempo, intentando renovarla: “[…] es por azar. No imaginamos hasta qué punto se cometen fallidos en la escritura. El lapsus calami no está primero respecto del lapsus linguae, pero puede concebirse que toca lo real”.[4]

Ante la hoja en blanco siempre nos confrontamos con una decisión, una cita acude a la memoria –a veces para apoyar lo que venimos escribiendo, a veces para corregir el rumbo o agregar un sentido imprevisto. Más aún, puede decirse que cuando intentamos hacer nuestro alguno de los dichos de Lacan también lo estamos traduciendo porque sus afirmaciones, lejos de una cómoda apoyatura donde apoltronarnos, suelen presentar en la ironía o en lo que se desliza por el entredicho varias líneas de sentido que no siempre aparecen con la claridad diáfana que esperábamos. Del mismo modo que al traducir una palabra por otra, perdemos varios matices de sentido de la lengua de origen y adquirimos, en la lengua vertida, algunos otros, del mismo modo, al descontextualizar una frase y colocarla en otro contexto se puede decir –si hemos de creerle a Pierre Menard[5]que es y no es otra frase. Los obstáculos que se presentan al intentar cernir estas cuestiones en psicoanálisis nos permiten inferir algunos de los riesgos que intentamos sortear.

Por un lado, ante la dificultad de ubicar los criterios que expliquen determinada posición, los argumentos corren el riesgo de moralizarse y los debates, en lugar de relanzar la producción de diferencias fecundas, pueden hacer de las diferencias triviales el uso de cuño gastado, de moneda que pasa de mano en mano sin sustento. No se trata de utilizar las diferencias teóricas para confirmar la propia posición[6] (aunque pudiera salir fortalecida por la confrontación con otras opiniones). Lejos de hacer avanzar el psicoanálisis con sugerencias y aportes clínicos vemos con tristeza que el “narcisismo de las pequeñas diferencias”, [7] las disquisiciones falsamente eruditas, el intercambio de consignas que, en lugar de interrogar el saber, pretenden ostentarlo, podrían amenazar con agotar su riqueza o aburrir a las nuevas generaciones con una complejidad aparente y vacía de contenido.

En el otro extremo asistimos a un psicoanálisis mass-media que, si bien no intimida a los legos por su extrema complejidad, aplana la polifonía coral en un jingle televisivo. Hay un “Lacan para todos” que lo es todo menos Lacan. De ese Lacan y de sus viejos nuevos lectores (que no son, evidentemente, aquel nuevo lector al que Lacan dirigía sus Escritos) comenzamos a escuchar trabajos monográficos y papers que, pretendiendo hacer de la aplicación de conceptos un procedimiento válido para el psicoanálisis, abusan en citas de autoridad y suponen que la justeza de un buen enunciado podría ponernos a cubierto de interrogar la propia enunciación. Dicho en otros términos, aquí hablar no sería traducir, ya que los conceptos psicoanalíticos podrían comunicarse de un modo objetivo, neutral, sin interrogar la enunciación que se pone en juego cuando se los transmite. Los riesgos de la materia que tocamos nos recuerdan, una vez más, que no hay metalenguaje. Como Lacan le hace decir al novicio que califica, no sin ironía, de valiente: “«No hay dominio en el que se exponga uno más que en el de hablar del análisis»”.[8]

A cuarenta y cuatro años de la primera edición de los Escritos en francés y a casi cuarenta años de su publicación en castellano, varias generaciones de analistas se han sucedido en la lectura y la transmisión no sólo de los textos de Lacan sino, también, de la enunciación que sostuvo y sostiene su transmisión y la clínica que nos permite interrogarlos. Son estas las perspectivas que nos interpelan ya que, como lo ha señalado Lacan, si bien es deseable que los escritos permanezcan, es más bien el caso de las palabras: “[…] pues de éstas la deuda imborrable por lo menos fecunda nuestros actos por sus transferencias”.[9] Queremos, con estas palabras, rendir nuestro homenaje a Roberto Harari, psicoanalista y maestro de psicoanalistas, autor de una obra substancial para el psicoanálisis –no sólo en lengua castellana, ya que también ha sido traducido y leído en otras lenguas. Parafraseando un texto de homenaje que Roberto Harari[10] dedicó a un maestro y amigo, diremos: ante la muerte no sólo caben el dolor y la pena, sino también cierto legítimo orgullo y alegría por lo que se ha creado. La “intraducción” que Harari escribe allí de la máxima a su vez escrita por Goethe y citada por Freud es: “Lo que has heredado, debes adquirirlo para poder apropiártelo”.[11] Es esta enunciación –ese discreto margen de libertad para traducir y al mismo tiempo dirigirse al sujeto– aquello de lo que quisiéramos apropiarnos ya que Harari supo poner en acto hasta sus últimas consecuencias la problemática cuestión de que hablar es, en más de un sentido, traducir.

Alejandra Ruíz por Comité Editorial

 

El cuerpo y lo sexual

En mayo de 2009 algunos psicoanalistas organizamos un coloquio en la Biblioteca Nacional[12] donde un grupo de analistas presentó, en los quince minutos que permitía el dispositivo, diversos abordajes en torno del tema “El cuerpo y lo sexual”. Lo que se expuso allí, nos pareció, merecía un lugar donde explayarse. Invitados a escribir sobre el tema a fin de desarrollar algunos aspectos de lo dicho o incluso de lo que no se llegó a decir en esa oportunidad pero podría sumar al debate, algunos autores enviaron textos que nos sorprendieron y nos incitaron a dar un paso más. Formado el grupo de trabajo, nos dimos cuenta que esos textos ganaban mayor fuerza aún si los contrastábamos con otros textos que, situando posiciones diferentes y también muy interesantes, dialogaban con ellos, sin importar que hubieran participado o no del mencionado coloquio.

¿Dónde se ubica cada sujeto hombre o mujer respecto del falo y lo femenino? Freud produce una nueva lectura de la sexualidad. La premisa universal del pene, leída por Lacan en La significación del falo, despeja el camino para la invención del objeto a. Una diferencia, una falta, un resto que modifica toda la economía libidinal.

El objeto a es un producto del discurso del psicoanálisis y a la vez un artificio que hace posible la lectura o las lecturas de la sexuación y la puesta en causa del deseo. Esa díada interviene en la relación sexuada (y no sexual) ya que, a partir de cierto momento en la obra de Lacan, será a su vez base de los matemas o fórmulas de la sexuación. Así, cada hombre o mujer se ubica respecto de cada uno de los lados de las fórmulas de la sexuación, respecto de lo femenino –como rechazo o como gusto por lo femenino– y también como sujeto, en razón de sus significantes, aquellos que borran las huellas de cuatro formas pulsionales. Planteamos que, entre el hombre y la mujer no hay unión posible, puesto que entre ellos está desplegada la realidad fantasmática de cada uno que los separa. Entre ellos no hay ninguna clase de armonía, sólo se puede errar a partir de un decir y no de un saber cómo se ubica cada uno.

La ciencia hoy hace estragos con el psiquismo de los sujetos ofertando -mediante operaciones a transexuales, transhomosexuales- hacer posible lo imposible. Si el psicoanálisis –como enseñó Lacan– está entre ciencia y religión y lee los discursos que aparecieron antes, deberíamos apostar a hacer del psicoanálisis un colectivo diferente a la religión o a la ciencia. El psicoanálisis, como lo afirmó Freud, es laico[13]. Quien se proponga como profeta no ignora que está produciendo en otro discurso, ya que la existencia del inconsciente se distingue de la fe, por tener un saber sobre la inexistencia del Otro.

¿Nuestros autores acuerdan con esta lectura? Dejamos al lector frente a la interpretación de los textos y nuestras propias notas de lectura esperando dar un paso más tan complejo problema.

                                            

Verónica Cohen 
Por Comité Editorial

Notas introductorias

Siguiendo ciertos indicios desprendidos de la lectura de algunos de los artículos aquí presentados hemos ido recalando en énfasis o prosodias, tanto en semejanzas como en diferencias; en acentos freudianos y/o lacanianos que señalan diversos momentos de teorización o despliegue. En efecto, por la puesta en obra de nuestra transferencia de trabajo, nos aproximamos hacia la manera en que cada uno de los autores aquí reunidos se dispone a entrar en el tratamiento de la cuestión propuesta:

–Para comenzar a despejar el interrogante suscitado desde el título de su texto, “¿De qué tela se hace un género?”, Isidoro Vegh lo organiza insertando cuatro puntuaciones para su diseño. Desde las líneas iniciales, parte de una apreciación clínica y de experiencia de vida, reduce de modo notable el alcance de lo afirmado por “el Texto Sagrado: Dios los hizo hombre y mujer”. Lo hace al precisar decisivamente: “No se resuelve un error con la fórmula simétrica. Tan sólo se obtiene un simétrico error”. Por la vía de tal consideración apunta a sentar las bases para los siguientes tramos de su trayecto.

–Serge Vallon y Norberto Ferreyra instalan el tratamiento de la temática –cada uno – a partir de un tríptico: cuerpo, sexo, psicoanálisis y el deseo, el sexo y lo inconsciente –respectivamente. De entrada, los dos autores comienzan su derrotero con el destaque de los malentendidos que tienen lugar en el uso de los términos emplazados en sus títulos, dedicando algunas líneas a los efectos de sentar su posición al respecto:

Serge Vallon da en hablar también de “decepciones y críticas infundadas hechas al psicoanálisis: libido illimited society”, enumerándolas: “un supuesto pansexualismo, quejas de que ninguna perversión ha ido inventada por el psicoanálisis, psicoterapias definidas por oposición como «corporales»”. A continuación inserta un relato esclarecedor respecto de que “en el melanesio la persona no se confunde con su cuerpo más que una individualidad cualquiera”, instando al psicoanalista a tener presente los presupuestos sociales que construyen todo el sistema simbólico y no a la inversa. Punto y seguido retoma para ir despejando: “Partir del teorema de Lacan: no hay relación sexual”.

–En el artículo que titula “La transrelación sexual”, a Anabel Salafia le parece lógico considerar de entrada que hay un momento en la vida de todo ser hablante, y por ese hecho mismo –precisamente en la metamorfosis de la pubertad, al modo freudiano– que deberá decirse, entonces, de uno u otro sexo. Metamorfosis que le exigirá –al estar de Lacan– adaptarse al tipo ideal de su sexo. La autora menciona de este modo, en el campo del psicoanálisis, lo que daría en llamarse en el discurso social, la cuestión del género.

Será a partir de hablar de la declaración de sexo que desplegará el tenor investigativo de su texto, abriéndose a dilucidar una serie de dificultades que se plantean en aquellas circunstancias en las que una persona se declara homosexual o transexual –cuestión de complejidad creciente en la variedad de matices– hablando de un discurso como lazo social y la forma en que juega lo sexual en dicho lazo.

–Robert Levy comienza diciendo que con el título “El goce del cuerpo en la prostitución masculina” pretenderá aproximar una cuestión clínica que concierne a la dimensión de la sexualidad en la especificidad consignada al presentar, de entrada, cierto número de dificultades para poder ser pensadas. ¿Por qué? Porque nos advierte que recibir su consulta suscita rechazos y numerosos obstáculos. Su interrogación procura cernir si la prostitución es una forma de sexualidad. En este punto refiere consideraciones del Freud de la primera tópica y de su lectura por Lacan, para concluir en esta apreciación: “En efecto, la diferencia anatómica y la sexuación son registradas en lo inconsciente por los significantes de acuerdo con la función fálica, mientras que las pulsiones parciales desconocen la diferencia sexual”.

A renglón seguido, y en tal orden, presenta la posición que delimitará su tránsito, y que irá exponiendo de manera gradual, partiendo de la definición de la sexualidad humana “en función de diferentes prácticas que este término recubre en un cierto tipo de relación al deseo de cada uno”. Así, ubica a la prostitución formando parte de ese conjunto, específicamente, la que excluye al partenaire como otro.

–Desde “El Padre y la letra”, René Lew dará inicio a sus desarrollos por la sexualidad que atañe al cuerpo dando por hecho la reproducción, “aunque más no sea”. Empero, tampoco eso quiere decir que el orgasmo sea un asunto de órganos sexuales pues para eso hay que poner en juego el cuerpo “de todas las maneras significantes posibles”. Así, el cuerpo es tributario del significante, aunque se distingue de él, comportando el concepto de pulsión. Anclada en el cuerpo, la sexualidad viene en contrapunto, pero en continuidad con la función fálica. Poniendo en obra desde el principio aquello que dirá hacia el final: “la sexualidad es el modo de organizar el objeto en lettrage [acción de disponer letras, por ejemplo, en grafos, diseños, letreros, etc.] en el cuerpo, tanto el del sujeto como el del Otro”. ¿Cómo? A través del dibujo de líneas y letras en el primero de sus numerosos gráficos.

–Norberto Ferreyra justifica que pudiendo enumerar varias cuestiones acerca del sexo, se abocará a destacar tres términos que componen el título: El deseo, el cuerpo y lo inconsciente de la teoría y de la práctica del psicoanálisis, anudadas desde el descubrimiento freudiano”. Además, plantea como necesario recordar tal anudamiento a partir de lo inconsciente, que sufre todo clase de críticas y correcciones. Sin embargo, y específicamente, quiere concitar la atención del lector sobre la pretensión de asociar al psicoanálisis con términos de otros discursos, afectando “su estructura teórica y discursiva”, haciendo suya la divisa freudiana de no ceder en las palabras, esta vez con relación “al uso de la categoría de género en psicoanálisis”, que irá deshilando de acuerdo con esa tónica vigente para el psicoanálisis.

–Lucía Serrano desde su “Emma Zunz y el vértigo” comienza de manera decidida mencionando el segundo término del título de modo interrogativo, precisando lo antedicho: “¿Vértigo? Momentos de giro, borde de un agujero” al poderlo “articular al mismo tiempo con algo del orden de la fascinación y de una perturbación”. Así diciendo, despliega las coordenadas por donde se dispone a abordar el tema del cuerpo y lo sexual con una breve contribución que se enlaza con un cuento de Jorge Luis Borges –Emma Zunz– que la ha impactado. Describirá brevemente cómo ha arribado al mismo, tanto como la “constelación” que ha ido surgiendo “a partir de un trabajo compartido desde el psicoanálisis con los colegas de literatura”.

–¿Qué se articula en el aforismo lacaniano tendido en el Seminario XX: Encore: “el goce de Otro, del cuerpo del otro que lo simboliza, no es el símbolo del amor”? Edgardo Feinsilber apunta a que “es el fantasma el que sostiene el deseo sexual de cada sujeto” y en el que “está inserto el objeto, en tanto conlleva una dimensión de objetalidad que lo causa”. Lo articula partiendo de un rastro indicativo para el atravesamiento de su escrito, “Sexo y cuerpo”, en la pregunta de una joven a su padre, por el amor o el deseo, valiéndose de un sesgo humorístico. Su trayecto lo conducirá por tres apartados o torsiones del título tales como: “La pasión del cuerpo en tanto efecto de lenguaje”, “Lo sexual es el mantenimiento de la diferencia”, para arribar así a un apólogo conclusivo conjugando aquella idea del patema.

–En “Lo sexual: ¿hay elección posible?”, Héctor Rupolo se dejará guiar, para diseñar una respuesta, por dos puntos opuestos y vía el significante- ordenadores de su exposición – formulando la tesis respectiva: si la determinación de lo sexual viniera de la biología no habría ninguna posibilidad de elección sexual y en cambio la habría si lo sexual estuviera determinado por el contexto psicológico-ambiental –como alguna posición lo pretende. A partir de este desglose se abrirá la dilucidación del interrogante que formula el título.

Por último, reservé este lugar, modificando el orden establecido de los textos, a la nota dedicada al artículo de Roberto Harari, mi querido maestro en psicoanálisis. Situándose en una afirmación lacaniana: Hay un único síntoma social: todos somos proletarios. De tatuajes y piercings: ¿epidemias sociales?”, nos introduce por medio de este título provocador al comentario de una circunstancia de su experiencia cotidiana –a la manera freudiana– en la cual se localizaban coincidencias notorias con lo que rondaba sus preocupaciones en los días en que preparaba su Seminario sobre el cuerpo –génesis del artículo de marras. ¿De qué se trata? Alude a la sorpresa que le produjo toparse con una palabra. Sosteniendo cierto suspenso insinúa que se trata “de aquello que permanece “atado” –claro, de modo metafórico– en el sujeto, como intentando contrarrestar la eventual fugacidad del cambio”. Así las cosas, nos aclara que una casual homonimia determinó el surgimiento de una palabra muy significativa, ATARA. “A dónde vamos con ella?”, se pregunta en el escrito, manteniendo por un instante todavía la expectativa del lector. La respuesta ofrecida inicia el pasaje de este umbral, para entrar decididamente a lo nodular de su artículo, donde valiéndose del concepto lacaniano de síntoma social analizará cómo el cuerpo es alcanzado como escenario del despliegue de las –postuladas por él– “epidemias sociales”. El aforismo con el que concluye estas cuestiones preliminares ilustra radicalmente, a mi parecer, lo que nos ha sido transmitido de su posición teórica y clínica como psicoanalista: “Tal resulta el habitual proceder de los hablantes, hallar algo donde nadie dice que lo hubiera habido”.

 Ilda Rodríguez

 


[1] Acta de Fundación de Convergencia, Movimiento Lacaniano por el Psicoanálisis Freudiano.

[2] A más de una década de su fundación en Barcelona, Convergencia está constituida por asociaciones de Argentina, Bélgica, Brasil, China, Ecuador, Estados Unidos, Francia, Italia, México y Uruguay. Entre sus principales objetivos se cuenta el de multiplicar y estimular los lazos entre quienes practican el psicoanálisis afrontando “[…] los efectos nocivos de la fragmentación que hace estragos en el movimiento lacaniano internacional, de otra forma, de un modo distinto a la instauración del lazo piramidal y autoritario propio de una supra-asociación”. (Ibíd.).

[3] Ibíd.

[4] Jacques Lacan: El Seminario, Libro XXIII: El sinthome, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2006, pág. 150.

[5] Jorge Luis Borges: Obras completas, Pierre Menard, autor del Quijote, Ed.Emecé, Buenos Aires, 1974, pág.444.

[6] “Estos fenómenos de esterilización […] no pueden dejar de presentar relaciones con los efectos de identificación imaginaria cuya instancia fundamental reveló Freud en las masas y en los agrupamientos. Lo menos que puede decirse de ellos es que esos efectos no son favorables a la discusión […]” (Jacques Lacan: “Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956”, en Escritos 1, Siglo Veintiuno editores, Buenos Aires, 2005, pág. 470).

[7] “Esto es lo que el preciosismo de uso en el medio [psicoanalítico] reconoce de manera totalmente válida bajo el término de narcisismo de las pequeñas diferencias: que traducimos en términos más directos por: terror conformista” (ibíd.).

[8] Ibíd., pág. 463.

[9] Jacques Lacan: “El seminario sobre La carta robada”, en Escritos 1, Siglo Veintiuno editores, Buenos Aires, 2005, pág. 21.

[10] Roberto Harari: “Homenaje a Raúl Sciarreta, un Sócrates porteño”, en La pulsión es turbulenta como el lenguaje: ensayos de psicoanálisis caótico, Ediciones del Serbal, Barcelona, 2001, pág. 125.

[11] Otras traducciones de esa frase: “Aquello que has heredado de tus padres, adquiérelo para poseerlo”, “lo que has heredado de tus padres, conquístalo para merecerlo”, “lo que has heredado deberás adquirirlo para que sea tuyo” y la conocida traducción de Silvia Bleichmar, “eso que has heredado, trabájalo para que sea tuyo”. Hay que destacar que “apropiártelo” conmina al sujeto a una acción más decidida.

[12] El cuerpo y lo sexual, actividad realizada el 5 de mayo de 2009 en el Auditorio Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional, en el marco del IV Congreso Internacional de Convergencia.

[13] “[…] se diferencia esta tentativa la de la Religión, que se contenta con obturar la falta que produce la división del sujeto, en tanto que se esfuerza en dar sentido a lo real, garantizándole un más allá mejor”. Acta de Fundación de Convergencia.