¿Qué ves? ¿Qué ves cuando me ves?
Cuando la mentira es la verdad
Autores: Diego Arnedo / Ricardo Jorge Mollo / Federico Gil Sola
Para quienes nos hemos formado en una clínica lacaniana con los maestros que en estos días nos acompañan en el coloquio y con otros de nuestras instituciones, la mirada y la voz son objetos pulsionales siempre presentes. Teorizados por Lacan como una novedad al corpus freudiano los diferencia de los otros objetos por la relación del sujeto al gran Otro.
Si el pecho y las heces tienen que ver con la necesidad y la demanda en el Otro, la mirada y la voz se relacionan desde la potencia y el deseo en el Otro.
En el seminario sobre La Angustia, Lacan hará referencia al relato de la mantis religiosa que devora al macho luego de copular con él, seducido y paralizado por la mirada de la mantis, demostrando el poder engullidor y omnipotente de la mirada, que captura al sujeto dejándolo impotente y expuesto al deseo del Otro.
La mirada será necesaria en la estructuración del sujeto, tanto en la constitución del yo en el estadío del espejo como del registro de lo imaginario. El orden del “ser” se despliega en el ser visto. Hay un deseo que se evidencia, en ese campo escópico “se constituye la puesta en juego de aquello que funda al sujeto en su relación al Otro” (D. Zimmerman)
En otro momento de la vida, en la vejez, también la mirada es fundamental, dice la poeta Rae Armantrout: Entendí que era vieja no por cómo me sentía sino por cómo me trataban. La mayoría parecía no verme en absoluto.
La voz como pulsión invocante llama a la mirada. Dirá Lacan en 1964 (Sem. 11) respecto del sujeto y la maquinaria del sueño (haciendo referencia al sueño relatado por Freud “Padre no ves que estoy ardiendo”) “… en la imagen del hijo que se acerca, con una mirada llena de reproche y aquello que lo causa y cae, una invocación, voz del niño, solicitación de la mirada -Padre, ¿acaso no ves…?”
Más adelante en este mismo seminario agrega: “La mirada solo se nos presenta bajo la forma de una extraña contingencia y como tope de nuestra experiencia, a saber, la falta constitutiva de la angustia de castración”
Tanto la mirada como la voz tienen en su horizonte la castración, aquello que el fantasma sostiene para que el objeto “a” tenga su lugar en “ausencia” siendo causa de deseo. Cuando mirada y voz como objetos se presentifican develando un orden del ser que debe ser insconciente, aparece la angustia. Objetos que al modo de un “a-cosa” materializan aquello que debe estar en ausencia, o reprimido en lo inconsciente como deseo sexual, ¿incestuoso, prohibido?
El arte, en la pintura o en el cine nos ha dado múltiples ejemplos del poder erótico de la imagen y del poder de seducción en la voz, pero hoy la invitación es en la experiencia del análisis así que voy a tomar dos viñetas de una analizante.
B. relata una escena de discusión con su marido. Estaban reunidos con una sobrina de ella y su novio. B. le muestra al joven unas fotos de un viaje, como se muestran las fotos ahora, en el teléfono celular. El marido de B. quiere decirles algo pero no lo escuchan de tan concentrados que están con las fotos. B. escucha que su marido grita. Ella responde con sorpresa y enojo. Lo que el marido quería decir ya no importa, debía cortar esa escena con el grito. Más tarde y a solas le dirá “qué contenta estabas mostrando las fotos a J. Cómo te gusta ese pibe” B. aumenta su enojo.
B. es una mujer muy atractiva y su marido ha empezado a celarla y a reclamarle que esté más en su casa, nunca en muchos años de relación habían tenido problemas de celos.
Ha trabajado mucho en un estudio contable muy correcto y ordenado y, pensando en la jubilación que se le aproxima en poco tiempo, comenzó a llevar la administración de una empresa que tienen su marido y sus 2 hijos, “para hacer algo cuando ya no trabaje 8 o 9 horas en el estudio”.
Pero esta nueva actividad, que iba a ser un entretenimiento, es una fuente de angustias, en la empresa familiar las cosas no son tan ordenadas como en el estudio. Tienen deudas, no pagan los impuestos a tiempo, se suman multas y problemas con AFIP, y los clientes tampoco pagan en término, uno de sus hijos se quiere ir y dejar todo, pero no se puede, su marido pone más plata de la que saca. Y lo peor, nadie parece aflijirse mucho, “así son las cosas en este país”, le dicen.
Ella se angustia cada vez más y piensa cosas terribles de su familia. Finalmente organiza moratorias y planes de pago, y busca una contadora que se haga cargo de la administración. Les dice “no me cuenten más nada, hablemos de otra cosa”. No quiere oir sobre lo que no se hace bien.
Aclaro, no hay nada del orden de lo ilegal, de estafas o fraudes, simplemente es una empresa de servicios en un país con casi permanentemente crisis económica. Pero no es esto lo que B. mira y ve.
Acostumbrada a mirar números, planillas de cálculo, resoluciones impositivas en su trabajo “ordenado y correcto” y en donde hay problemas pero son de otro, no la implican, ella es solo una empleada, descubre que al hacerlo con su familia ve otras cosas, fallas, errores, fracasos, malas decisiones, negligencias. Ve más de lo que quiere ver, se le vuelve obsceno y angustiante. Incestuoso. Debe desviar la mirada para sostener cierto ideal familiar.
B. está mirando otras cosas, pero no otros hombres como piensa su marido, sino otras fuentes de goce. Entonces comienza a hacer actividades fuera de su casa y lo que más placer le da son unas clases de pintura en donde se concentra en descubrir los secretos de cómo los artistas clásicos en la combinación de colores y pinceladas logran los efectos deseados de luz y oscuridad en esos grandes cuadros históricos, típicos del Museo del Prado o del Bellas Artes.
En este material clínico se recortan dos escenas en donde la mirada y la voz como objetos pulsionales se cruzan mostrando aquello de la castración que debe ser velado para que permanezca allí en ausencia. Como dice Lacan en el seminario 18 (Clase 5. 24 de feb del 71) “el objeto “a” ausente donde tiene su lugar, no le deja más lugar que a la castración”.
1. En la escena de las fotos, su marido debe gritar para cortar la misma. La voz irrumpe como grito para entrar en una escena que lo excluye y se vuelve causa de angustia. B. se enoja, se avergüenza, queda expuesta en que puede desear y ser deseada por otro, en ese instante en que el joven cede su mirada a esas fotos que ella muestra.
2. Cuando B mira los números de la empresa familiar, ve de su marido y sus hijos una cara del objeto que muestra más de lo que puede soportar, el velo de cierto ideal cae, allí donde ella misma está involucrada. Ve su propia castración. El deseo de “espiar” algo de los hijos que se le vuelve obsceno.
Descubre una escena que no puede velar. Por ahora, evita la angustia diciendo “si hay problemas, no me cuenten” y mira mientras tanto las pinceladas de los grandes maestros de la pintura, sobre todo aquellas que no dejan espacios en blanco.
Bibliografia:
Lacan.
Seminarios. 10, La angustia. (1962/63) Ed. Paidos; 11, Los 4 conceptos fundamentales del psicoanálisis y 18. (1963/64) Ed. Paidos; 18, De un discurso que no sea del semblante (1971) Ed. Paidos; Intervenciones y textos 2. La tercera. Ed. Manantial.
Harari.
El Seminario “La Angustia” de Lacan: una introducción. Ed. Amorrortu; Para leer R.S.I. Autores varios. Ed Letra Viva.
D. Zimmerman.
La mirada y el deseo al otro. www.elsigma.com. (2001)
Rae Armantrout.
Filba 2016. “La edad es un país extraño en el que nos encontramos viviendo de forma inesperada”