La presencia del mundo virtual en nuestros consultorios, sobre todo por aplicaciones de teléfonos móviles, pasó de ser novedosa situación clínica a contingencia ineludible que la transferencia aloja. Fotos, videos, youtubers, un plato de comida, cuerpos vestidos y desnudos, besos apasionados propios y ajenos, etc, el mundo contemporáneo está atravesado por el consumo de contenidos virtuales a punto tal que el filósofo Esteban Ierardo (1) habla de “sociedad pantalla” cuando analiza lo espectacular en tiempos de tecnodependencia

Lacan nos advierte que es necesario para el analista no retroceder ante  la subjetividad de la época, dadas las transformaciones que   los discursos dominantes hegemónicos  vectorizan en  la  producción de   subjetviidad. Esa hegemonía no es absoluta, tiene fisuras y conflictos pero no podemos negar la fuerza brutal de sus efectos en el lazo social.

Un antecedente valioso para pensar este  vertiginoso consumo virtual que nos envuelve y apretuja nuestros cuerpos, es la obra de Guy Debord. Con enorme capacidad anticipatoria, Debord escribió “La sociedad del espectáculo” en 1967, obra compuesta por 221 tesis agudas y sensibles.

Con la lucidez desgarrada que caracterizó su vida hasta el final –se suicidó en 1994–, Debord analizó las transformaciones a que asistía sirviéndose de su formación artística y el marxismo, mientras militaba en las vanguardias de esos años.

Ante lo que consideraba el avance irrefrenable del capitalismo (constatable hoy en el neoliberalismo salvaje imperante) sostenía que la pauperización de la sociedad se cumplía por el consumo compulsivo y que esto era peor que lo que acontecía por procesos laborales. Lo que llamaba sociedad del espectáculo ya estaba colonizada  por una pantalla: la de la televisión, que organizaba el campo de la visión  del humano.

Según Debord se controlaban no sólo los cuerpos sino también opiniones y perspectivas. Aseguraba que lo que quedaba fuera de esa visibilidad, que tendía a ser total, se abría a lo oscuro. Esa pantalla era equivalente al sol para el ciudadano común, que, sometido a ese campo visual, aceptaba una nueva religión que cubría toda la superficie del mundo: la fe perceptual que sostenía que lo que aparece visualmente es bueno.

A su vez la imagen pasaba a ser mercancía, mercancía consumible que produce una colonización total de la vida social. El consumo se había transformado en deber. A esta operación  Debord le daba  enorme valor político monopólico en tanto,  según su lectura,  el capitalismo calibraba  el goce prometiendo consumo.  Esta gestión totalitaria de las condiciones de existencia producía muchedumbres solitarias.

Si bien es indiscutible que el avance de la tecnociencia trae posibilidades enormes en muchos campos, el valor actual de la lectura  crítica de  Debord  es constatable.

“Haz ver todo” parece ser la  orden obscena del superyó vociferante. El parletre responde  “oigo” produciendo un circuito de sometimiento que multiplica la severidad gozosa que constituye el superyó.

La omnipresente Web 2.0 en la que millones de usuarios podemos ser emisores y receptores de contenidos, se multiplica: Bloggs, Facebook, Instagram, youtube , chateo, trolls, fakenews, la oferta de consumo no tiene límite y el control social de los ciudadanos, transformados en meros consumidores por las corporaciones, tampoco tiene límites.

Los cuerpos entramados en el pseudo discurso capitalista, extreman la primacía de la imagen como mercancía: “muéstrese Ud mismo como sea”, a través de esa pantalla “siempre abierta y conectada” dice Paula Sibilia.(2) ( Paula Sibilia La intimidad como espectáculo. El show del yo”), prodúzcase como mercancía sin pudor, aun sirviéndose de trivialidades, mentiras, escándalos ficticios, crueldad o franca tontería.

En el seminario 11 -1964-(L y D fueron contemporáneos, aunque no aparezca ninguna alusión a D. En la obra de L.) el maestro francés desarrolló ampliamente el problema de lo que se da a ver, articulado con una especie privilegiada del objeto a: la mirada.

Sitúa allí una esquizia irresoluble entre ambas: visión y mirada no coinciden. Nacemos al espectáculo del mundo que se presenta como omnivoyeur en el que la visión elide la mirada, constituyendo un “punto de apoyo para un desconocimiento tan intrínseco” (3) (SEM 11 pág. 82) como el que produce el narcisimo . Dice Lacan: “El sujeto que nos interesa está atrapado, manipulado, capturado en el campo de la visión” (4) (pag 99)

Haciendo diferencia,   la dependencia del deseo con respecto a la mirada es central y abreva en lo inasible de la mirada. No  me ves desde donde yo te miro, resume esa imposibilidad.

Lacan interroga la función pantalla, la que no se reduce al gadget del que hablamos antes.  L a pantalla como función se superpone a la imagen, pero no se arma en relación al objeto de lo visual si no en función del punto luminoso que me mira y me hace cuadro, perdiéndose la seguridad de la representación.

El parletre aísla la función de la pantalla, que muestra y vela, y  juega con eso. Aparece entonces el deseo porque alli se localiza una ausencia, es una mediación que construye lo que la desborda: el representante de la representación que no hay. (5) (11 de Marzo de 1964.)

En el seminario XIII, “El objeto del Psicoanálisis”, Lacan desarrolla  el problema  que nos ocupa. Lo hace interrogando “Las Meninas” de Velázquez. Esta obra, que tiene un lugar incomparable en la pintura,  condensa enorme cantidad de variables en la maestría  de su ejecución. Hoy destacaremos sólo una. Velázquez se pinta pintando un cuadro del que sólo vemos el revés. Lacan localiza allí algo “que es casi un grito: Haz ver!!!!” (6) 11/5/66  Velázquez , en acto , parece responder: “no todo!!!!!!”.

El envés del cuadro , como una carta dada  vuelta, obliga al espectador a bajar sus propias cartas , interpela y subyuga . De ahí su relación con la subversión del sujeto. El que lo contempla hace su propio rizo, y queda captado en esta composición.

Velázquez no muestra lo que se ve, no es transparente, por eso la vacilación y el efecto perturbador que se desprende de esta obra. Por  esto, es en el cuadro  dado vuelta, que   Lacan encuentra la clave : está alli lo que se sustrae a la visión y apuesta una vez más a subrayar la esquizia con respecto a la mirada y el consecuente efecto sujeto que esto produce y que la presencia de Velázquez pintando soporta .

El psiconálisis como praxis sostiene la apuesta clínica al valor de esa sustracción: el no todo es de estructura. El análisis apunta en su eficacia a la división del sujeto. La interpretación, entre cita y enigma lo  confirma. Valor político del psicoanálisis que Lacan señaló: (Sem. XVIII, CLASE 12-5-71)  ° Que el síntoma instituya el orden en que se revela nuestra política …implica … que todo lo que se articule a partir de ese orden es pasible de interpretación. Por eso se tiene mucha razón al poner al psicoanálisis a la cabeza de la política. Y podría inquietar a lo que desempeñó el papel de la política hasta ahora si el psicoanálisis revelara estar más advertido” (7)

Valor político del psicoanálisis,   que al establecer el síntoma en transferencia interpela a la pantalla del “ver todo” gracias a otra pantalla: la del fantasma, que en su articulación con el deseo revela una posición sacrificial que el sujeto tiene la chance de advertir  en la tarea analizante. Posición sacrificial que el pseudo discurso capitalista   exige sin ambages y con mayor sometimiento en tanto avanza en la producción de hablantes reducidos a mercancía consumible,  como decía Debord, yoes indivisos y llenos , en los que se “calibra el goce prometiendo consumo” en una nueva modalidad de encierro virtual.

En este contexto, el psicoanalista está convocado a sostener su práctica haciéndole “la contra” a lo real del goce (Lacan, La tercera, 1974)” El advenimiento de lo real no depende para nada del analista. Su misión, la del analista, es hacerle la contra .Al fin y al cabo, lo real puede muy bien desbocarse, sobre todo desde que tiene el apoyo del discurso científico” (8)

El discurso del analista escribe el a en el lugar del semblante. Llevado a ese lugar por el efecto de discurso, el analista profiere su acto y algo cae. Esa operatoria puede ser ocasión de restituir la esquizia que nuestro mundo contemporáneo, insistiendo en su apuesta a  la espectacularidad del ver, desconoce con eficacia renegatoria.

 

Bibliografía

  • Ierardo Esteban, “Sociedad Pantalla”, Ediciones Continente
  • Sibilia Paula, “La sociedad como espectáculo”, El Show del Yo. Fondo de Cultura Económica
  • Lacan, Jacques, Libro XI, “Los 4 Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis”. Pag 82, Ediciones Paidós
  • Lacan Jacques, Libro XI, “Los 4 Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis” Pag 99, Ediciones Paidós.
  • Lacan, Jacques, Libro XI, “Los 4 Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis” Clase 11/3/64. Ediciones Paidós.
  • Lacan, Jacques, Seminario XIII, “El Objeto del Psicoanálisis” Clase 11/5/66 Versión para circulación interna de la EFBA
  • Lacan, Jacques, Seminario XVIII, “De un Discurso que no fuera del Semblante” Clase 12/5/71. Ediciones Paidós.
  • Lacan, Jacques, “Intervenciones y Textos”, Tomo 2, “La Tercera”. Editorial Manantial