Hablar de la mirada y la voz en la experiencia del análisis implica el hablar y el decir en el análisis, entonces, el lazo entre significante y el objeto que media con el otro del lenguaje.

No podemos analizar sin contar con que el decir produce un eco en el cuerpo y ese eco es la pulsión. Lacan lo dice así en el seminario El síntoma: “Las pulsiones son el eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir”. Frase de una gran lucidez, ilumina la relación de la palabra y las pulsiones, del decir y del cuerpo.

Hay un lazo entre significante y el objeto, que descubre el psicoanálisis. Freud lo describe, lo precisa desde “Las pulsiones y sus viscisitudes”. Es el lazo entre pulsiones y amor, que Freud diferencia y enlaza.

La pulsión es lazo social porque es a partir del Otro del lenguaje. Los primeros significantes vienen del Otro del lenguaje y libidinizan una zona alrededor de un agujero del cuerpo, es una parte libidinizada por la lengua,  a mi entender, por el decir que ya implica la falta.

Cuando hablamos de pulsiones parciales y sus vicisitudes hablamos de circulación, de movimiento, hablamos de la intrincación de la pulsión de muerte con las mismas y la complejidad que surge.

Hablamos del decir sobre el cuerpo. Cuando decimos eco se trata de una repetición. O sea que se trata del tiempo y de la repetición.

Se trata de lo que se hace en un análisis, ese movimiento por el que se vuelve muchas veces al mismo lugar y cada vez de distinta manera. Parece que se retrocede pero se avanza, decía una analizante, es lo que me da esperanza, decía otra.

Son los significantes y las palabras bordeando una zona erógena, una parte del cuerpo, parcialmente, hacen el cuerpo y el inconsciente. Libidinizan. Cuando digo zona erógena hablamos de Eros y de que la falta está juego. Porque todas esas zonas libidinizadas son significadas por el falo. En el Seminario de la angustia está el esquema. El falo significa lo que llamamos objetos parciales, que caen dejando el lugar de falta para los aes.

El lenguaje copula con el cuerpo, mirada y voz son privilegiadas para trasmitir el deseo del Otro. Esa frase sobre el eco nos dice de la repetición, que hace el cuerpo y el inconsciente. La repetición “que caracteriza, como ninguna otra cosa, a la realidad psíquica del ser inscripto en el lenguaje.”

Es con la repetición y la pulsión de muerte freudianas que Lacan inventa el objeto a y construye la noción de goce. Es con eso que podemos pensar el goce y su plus, el goce que se consume en cada repetición. Hay esperanza. De qué? De que el amor haga condescender el goce al deseo.

La voz en el decir rompe el silencio de la pulsión de muerte. Siempre se trata de una doble división. Por el significante y por el objeto: el decir y su eco.

Ese hacer el cuerpo y el inconsciente no es otra cosa que La otra escena- die andere scene. Otro lugar desde donde ver en el análisis, desde donde el sujeto construye, da a ver, y mira y se hace ver y oir en la transferencia, surge el deseo que hace surgir el sujeto y la realidad, …a veces.

La mirada puede ser algo elidido por las vías de la visión, y de la representación que ordena. Puede eludir la castración, como leemos con el fetichismo.

Articular la voz y la palabra, el decir, es en la vía de articular-amor-odio y pulsión enlazados. A mi entender se trata de la articulación de la demanda de amor, las palabras del Otro, con la inscripción pulsional conjunta en una parte del cuerpo que implica la falta, eso gasta goce.

El pasaje del amor a la libido se da desde el comienzo, pongo el acento en lo inaugural que es esa división en dos, donde el sujeto se ve amable como objeto, por la palabra del Otro y eso mismo lo causa como a, donde? Donde cae el objeto pulsional y surge el a como falta.

La fórmula de la pulsión “sujeto tachado losange D”, tiene en su constitución misma, las palabras que libidinizaron, fundaron, una parte del cuerpo, y los objetos pulsionales y su caída. Desde ese agujero “brotan” los significantes. Lacan dice en el seminario diecisiete “El reverso del psicoanálisis”, no sin vergüenza. Ese agujero lo deja la vergüenza,- me parece interesante-.

Lo entiendo como el pasaje de la pulsión y el objeto de la pulsión que cae al fantasma y al objeto a del fantasma (“sujeto tachado losange a”). El fantasma es el que implica la dimensión de la vergüenza. Somos engendrados ya como a en el fantasma, efectos del lenguaje.

Es en un psicoanálisis  que se lee la estructura del fantasma, es en ese lazo social, si el analista no se resiste a hacer del inconsciente discurso. Hay entonces, un pasaje al fantasma de los objetos pulsionales que hacen semblante de “a”. Puestos en escena, no sin vergüenza, es lo que Lacan llama en “Posición del inconsciente” La transferencia como la puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente. La vergüenza nos dice de la estructura de ficción de la verdad.

Decir que “brota” es ya una división. La voz hace lugar a las palabras, está en el decir, la significación del falo ordena, deja lugar para la falta si hay, en el análisis, una lectura de ese decir, si hay, un pasaje de discurso que implique la función fálica, no sólo el falo sino su falta, esto implica la castración y la existencia del otro.

Entonces, somos asuntos de un decir, ese decir, siempre diferente,  es sexuado porque nos sexuamos como significantes, hombres y mujeres, valores sexuales, asuntos de un decir que parte de una parte del cuerpo libidinizada y vuelve como eco al cuerpo, por lo dicho.

Los aes no son sexuados pero sexuan, enlazados a los significantes.

Mi conclusión sobre lo sexual y la sexuación, es que a partir de ese decir que es sexuado, de un lado están los que no rechazan lo femenino, hombres o mujeres y del otro los que lo rechazan, hombres o mujeres. Porque el decir es sexuado.

Como dije antes, a veces hay esperanza, ¿de qué?  De esa lectura sexuada.

Trabajo presentado en el Coloquio Internacional “La voz y la mirada en la experiencia del análisis” realizado los días 22 y 23 de marzo de 2019 en el Hotel Regente, Buenos Aires, Argentina.