Paul Laurent Assoun. Leçons psychanalytiques sur Le Fantasme (Lecciones psicoanalíticas sobre El Fantasma)
Economica, Paris, 2010, 2° edición

“Y a pesar de todo: si verdaderamente se trata aquí de lecciones –y no de una demostración por «capítulos»–, si además esas lecciones tienen su dinámica y su unidad, es en realidad porque en su forma misma las lecciones de psicoanálisis llevan a la expresión algo distinto: por una parte, como lecciones, algo distinto de un «tratado»; por la otra, en cuanto escritas, algo distinto de una improvisación, con sus efectos de presencia pero también de aproximación. Es realmente un modo de transmisión apropiado para la enseñanza analítica –en su dimensión heurística y clínica metapsicológica– que constituye un verdadero género”.

Paul Laurent Assoun: “Palabras preliminares”, en Lecciones psicoanalíticas sobre la mirada y la voz, Colección Freud <> Lacan, Ed. Nueva Visión, Buenos Aires, 1997.

1- No produce lo mismo leer en otra lengua que en la propia, especialmente cuando a mi inexperiencia –aunque no me considere del todo ignorante del francés, hablo de experiencia en el sentido psicoanalítico, como pasión del cuerpo por efecto del lenguaje– de la lengua en la que Paul Laurent Assoun escribe se le añade la circunstancia que lo hace con refinamientos particulares que hacen que la lengua, francesa en este caso, se anime o se aguijonee o se entusiasme o envalentone –incluso, en el caso del “último” Lacan siguiendo a Joyce, sea desarticulada.

A mi entender, esto es verdaderamente un proceso que se ejerce en el sentido de dar a la lengua en la que se escribe un texto psicoanalítico, un otro uso o un uso, en todo caso, que está lejos de ser ordinario. Para decirlo de otra manera, el gusto es mío por leer estas Leçons psychanalytiques, ya que me permiten abrevar en cómo sabe la lengua, imponiéndome “introducir” de eso extranjero lo familiar que constriñe y así, fecundamente, airear la lengua a mi disposición para dejarme hablar por sus palabras.

Al sesgo destacado del uso de las lenguas en la escritura de este libro es preciso darle otra vuelta para extremar el relieve de una diferencia a resaltar, al poner en acto en el atravesamiento de la cuestión del fantasma –término, descubrimiento, metapsicología, figuras clínicas y sociales, escritura – la incidencia del calado del punzón lacaniano –de la que se vale Assoun– para hacer rendir en francés los medios de expresión propios de la lengua alemana. Marca de origen que sella la génesis de la clínica y la teoría freudiana del fantasma sobre las que trabaja la lengua francesa –delicada pero denodadamente– al dispersar, asperjar, espolvorear, salpicar sus matices en ese pasaje de lenguas operado por la escritura. Dicho de otra manera, la lengua se perfecciona –al decir de Lacan– cuando sabe jugar con la escritura.

2- En una primera aproximación, el autor se introduce por las derivas “lenguajeras” del término de referencia –“reacio a la divulgación y a la socialización”– encontrado en el lenguaje común y que porta una concepción popular del fantasma que no acuerda con su naturaleza ni su función inconsciente, por las cuales el sujeto será más bien un “fantoche” a su respecto, ya que los fantasmas no responden a su dominio ni a su disposición. El autor se dejará conducir con detenimiento por un riguroso rastreo de las latencias del lenguaje, entre la palabra y la cosa de la que se trata. En lo tocante a lo que trasunta la lengua alemana, el texto tematiza un elemento grávido en consecuencias para la problemática del fantasma: lo que designa en sus variaciones la misma palabra Phantasie.

Así, el trayecto se va delineando desde la aparición de la fantasía a la derivación por el griego en el término “fantasma”, despejando en el movimiento de su recorrido la facultad imaginativa del producto “fantasma”, ya que el término mismo insinúa una “alternativa entre representación y falso semblante”. Precisamente, ese intento “hace salir el psicoanálisis del fantasma de una psicología de la imaginación”.

Entendida la cuestión en tal tesitura, Assoun ilumina el campo semántico del fantasma en Freud para situar clínicamente en el ejemplo simple y paradigmático de “la paseante solitaria” el acontecimiento del fantasma: signo de una relación con un cierto inconfesable, aunque sea contable. Se desprende de este modo el carácter “mestizo” de esta formación que se abre a una dimensión inconsciente, en la cual se verá la significación propia, puesta al día metapsicológicamente.

Desde tal perspectiva cabe decir que la interrogación que atraviesa el texto –a mi manera de ver cumple su rol estructurante, atravesándolo de cabo a rabo– insiste en ese rasgo ostensible de la reticencia a confesar los fantasmas, redoblada por lo que habría allí de tan íntimamente inconfesable en contraposición con “la tendencia moderna a la auto confesión”.

3- En la primera parte (“Fundamentos”) ese atravesamiento del fantasma que nos propone el autor supone partir de una puesta al día de su descubrimiento que implicará posicionarlo en comprensión, como una formación psíquica sui generis en articulación con el sueño y el síntoma para así presentar, en extensión, la cartografía de sus variedades estructurales como su escenografía. El autor persigue el trayecto freudiano que, obligado a reconocer el real fantasmático bajo la máscara de la realidad, refleja el proceso en juego “de modo que al atravesarlo, se actualiza lo real del fantasma”. Entonces, más allá del uso degradado del término se tratará de determinar la medida de la actividad fantasmática en su dimensión inconsciente siguiendo la génesis de la clínica y de la teoría freudianas –de la puesta al día de la potencia del fantasma en su dimensión (psico) sexual a la zaga de la escena originaria y su puesta en acto entre sueño y síntoma.

La segunda parte (“Teoría y figuras”) nos conduce a la afirmación que el análisis precisa del trabajo inconsciente del fantasma, a través del caso paradigmático de Leonardo Da Vinci, hasta desembocar una “metapsicología del fantasma”. Vale destacar esta marca incidental de su trabajo con “la hechicera” (como la nombra Freud, nominando metapsicología a la teorización psicoanalítica) porque resulta un clásico del modus operandi de Assoun. Por ende, “si el ejemplo es la cosa misma”, allí se mostrará que el fantasma no se cuenta, a menos que se lo ignore como tal y es lo que el autor nombra como “recuerdo de infancia: traducir el fantasma”. Así emerge el “mundo del fantasma”, zona protegida del “principio del placer”, en el medio del cual el sujeto mantiene el objeto de su deseo y sostiene la realidad.

Ahora bien, una perlita como hallazgo precioso en la lección correspondiente, hablando del placer angustioso. Precisamente es poniendo a jugar el repetitivo fort-da –escansión determinante en la relación con el objeto que lo constituye como objeto del fantasma, “que encontrará a un buen entendedor en Lacan”– que se toca allí el punto de tope metapsicológico del fantasma: el autor subraya que es un hecho que Freud no menciona al fantasma en ese texto donde describe su puesta en obra por la repetición, aunque le interesa extremadamente.

Siguiendo su periplo hace aparición, a partir de “un niño es siendo pegado”, la escritura del fantasma, trabajo de la culpabilidad edípica en su lazo con lo masculino y con lo femenino. De otro modo también, lo dirá Assoun: “el fantasma es el lugar mismo de vectorización de lo masculino y lo femenino”.

En la tercera parte (“Destinos y puesta en juego”) se atraviesan las figuras clínicas del fantasma de la neurosis a la perversión y su lazo con el delirio para luego dibujar los avatares de esos destinos clínicos y sociales del fantasma. Precisamente el despliegue del amor se presenta como el primer destino del fantasma –en tanto distribuidor de carreteras (point rond)– en el entrecruzamiento del síntoma (“enfermedad de amor”) y de lo social (“lazo de amor”), lo cual permite releer el aporte de Lacan situando al fantasma como “punzón” –una acepción aceptada es “deseo de”– entre el sujeto dividido y el objeto a, del cual es el acceso privilegiado, objeto para el deseo que atestigua que a lo imposible, “el sujeto se siente personellement[1] sostenido…”.

Que la pulsión esté articulada al trabajo fantasmático es el resorte de todo el aporte freudiano examinado por el autor, en tanto Isaacs va más lejos en el desciframiento de la fantasmática kleiniana, puesto que pone en correlato la relación de objeto pulsional con el fraseado fantasmático. Es claro que será Lacan, a su turno, quien va a afinar la oreja de lo estrechado “por la genial tripera” con la tripartición más rigurosa del fantasma en sus dimensiones real, simbólico e imaginario. Llegados a este punto el texto se precipita.

De otra manera: nos dice Assoun que es para el parlêtre (“hablaser”) que el fantasma toma su alcance, salvo para reencontrar este punto de tope –cuestión que me interesa destacar en tanto resto, desecho del lenguaje– o salvo para desplegarlo según su triple función, del sujeto, del Otro y del objeto. En todo caso, subraya el autor, es el modo lacaniano –que sabe leer la metapsicología– de formalizar lo que se encuentra puesto al día por Freud: la toma del fantasma en el cuerpo lo enraíza en lo real y lo especular, en tanto que su toma en el texto lo asigna a lo simbólico. Todo ello se articula en la función del objeto y la movilización del Otro para el sujeto que está afectado en eso.

De esta manera, el fantasma aparece finalmente como la formación inconsciente más apta para dar acceso a la verdad del objeto, notoriamente “objeto a”, no objeto del deseo, sino su objeto-causa.

Este texto, imbricado fuertemente en la clínica, revisita ejemplos freudianos paradigmáticos en los cuales no deja de actualizarse –según mi parecer– qué quiere decir hablar en psicoanálisis. Trabajo “lenguajero” del fantasma “que organiza su escritura alrededor de la duplicidad de lo masculino y de lo femenino para intentar ajustarse allí”. Parece que “por la gracia del fantasma, el sujeto practica ese imposible”. Es con sus armas que el sujeto afronta – al bies – lo imposible de la relación sexual organizando su relación con lo imposible de la relación.

Para ir concluyendo, me importa dejar abierta a la lectura una pregunta consignada por el autor – sabemos con Lacan que toda pregunta despunta una respuesta – y situada a la altura del Seminario XI: Los cuatro conceptos…: “¿Qué deviene entonces lo que ha pasado por la experiencia de esta relación, opaca en el origen, a la pulsión? ¿Cómo un sujeto que ha atravesado el fantasma fundamental radical puede vivir la pulsión?”. Interrogación abierta –entre otras suscitadas por la lectura de este libro de Assoun – que redoblaría al enfatizar: ¿del atravesamiento del fantasma en su uso fundamental?

 


 

[1] A mi entender el autor juega aquí –mínimamente– con la ambigüedad portada por el original personne: persona (“en persona, sí mismo”; “de una manera personal en tanto que persona”; “por su parte, en cuanto a sí”) y nadie. Quizá no permanezca ajeno a las latencias de “máscara” que porta el vocablo tanto como a la cuestión del sonido que se hace oír en el término en latín, en castellano y en francés.