A partir de la lectura de los trabajos escritos por Clelia Conde y Paola Mieli, encuentro puntos de cruce que permiten ubicar cuestiones de importancia pues hacen al discurso que el psicoanálisis es y a una ética que se desprende del discurso mismo.
Siguiendo la partida de los trabajos mencionados, se destacan las condiciones necesarias que hacen posible la lectura de lo dicho por quien demanda ser escuchado en un análisis, pues sin condiciones no es posible leer lo que se escucha, arrastrados por el todo hacia donde se orienta el lenguaje.
Una de esas condiciones, dice Paola Mieli, es el marco particular y necesario de la transferencia además de la escucha dictada por el deseo del analista, deseo que Clelia Conde ya presenta en el título de su trabajo para luego dar un paso más al decir que la atribución de saber por la transferencia es una operación contingente y que en el momento en que se realiza, deja de ser tal para tornarse necesaria, siendo importante la noción del Sujeto supuesto Saber como “contingencial”, como algo que se sostiene sin la garantía de que va a suceder, por el deseo del analista que “cree allí”.
Es decir, la transferencia puede suceder o no, y podría suceder o no más allá de la buena o mala voluntad de los implicados en el hecho. Pero una vez que allí se efectiviza, será tarea de la repetición que entonces se reedite la que producirá un análisis.
Los determinismos de la lengua alimentan un anhelo de destino orientado a un sentido totalizante, completo, a partir del cual retorna un malestar de la época que se hace oír de diferentes maneras. Una de ellas es la inexistencia del sujeto frente a los avances de la medicalización, que el sujeto no se angustie, aunque se queja de que no le pasa nada, que siente que no existe. Por otro lado, y de la misma manera, se presentan sujetos indefinidos sexualmente, no sabiendo qué hacer con el cuerpo.
Entiendo que es en este punto que las autoras presentan el término creado por Lacan que designa una dimensión de no identidad en el seno de la lengua, o de lalengua, pudiendo decir que es la sustancia o materialidad de la lengua, entendiéndola como no idéntica a sí misma. Este es, dice Mieli, el punto a destacar, relativo al material del que está hecho el inconsciente, lalengua, y a las formaciones que derivan de ella.
Es en el equívoco, dice Conde, que la determinación se muestra, pudiendo provocar la aparición de otra cosa, de un más allá de la fuerza compulsiva. Si bien la determinación muestra en él la fuerza del significante amo, su doblez, que aparece por homofonía, homosemia u homografía, muestra también el carácter “contingencial” de los hilos con los que está construido. Esta amplitud del significante que se demuestra en el equívoco da lugar a la distancia, permite la aparición del Otro tachado, que es a su vez homogéneo y simultáneo con la barradura del sujeto. Entonces, es a partir de las formaciones de lalangue que vamos a encontrar la falta en ser que surge en el saber insabido, ese saber que concierne a lo sexual y al modo en que la palabra marcó el cuerpo, saber que atañe a lo sexual en tanto el sujeto es efecto de la reproducción sexuada, dice Clelia Conde. Pero el sujeto no quiere saber nada del goce que lo implica por ser hablante, eliminando su responsabilidad al hacer de esta un destino.
Es a partir de estos puntos anotados en mi lectura que considero posible encontrar el fundamento y la lógica que cada autora presenta en la experiencia del análisis.
Volviendo sobre lo planteado al comienzo, me parece que tanto la transmisión como la traducción no son posibles sin una ética que soporte el decir de cada uno, de cada uno de los seres hablantes. Siguiendo a Anabel Salafia: “El discurso del psicoanálisis instituye un lugar de falta que constituye la ética de lo que llamamos deseo”.[1]
[1] Anabel Salafia: Carpetas de enseñanza de psicoanálisis N° 2: Estructuras freudianas, Ediciones Oscar Masotta, Buenos Aires, 1986.