Este bello y extraordinario, por lo interesante –pleno de suspenso–, nuevo libro de Ediciones Kliné, es el resultado de muchos años de trabajo bajo la pregunta que convocó a fundar la FCL.

¿Porqué no hablar de campo lacaniano?, pregunta desarrollada por Anabel Salafia y Norberto Ferreyra en 1991. Un extracto del texto es el que encontramos en la solapa del libro.

Campo del goce: campo lacaniano son los significantes bajo los que se desarrolló el trabajo.

El grupo del seminario que dio lugar al libro está trabajando desde hace muchos meses para llegar a precisar la pregunta y su propia imposibilidad. Esto conduce a desplegarla y complejizarla, a hablar.

(Alicia Álvarez, Osvaldo Arribas, Verónica Cohen, Clelia Conde, Norberto Ferreyra, Héctor Franch, Marta Nardi, Gustavo Pita, Alicia Russ, Anabel Salafia, Noemí Sirota).

En El atolondradicho o El distradicho, Lacan dice que el modo de ex-sistir del inconsciente es interrogarse para reproducir la pregunta.

¿Qué es la realidad?

Una interrogación lleva a nuevas preguntas que a su vez llevan a nuevas lecturas, otros autores, y así se van desplegando diferentes orientaciones para la pregunta que resultó en este libro y que no interroga lo mismo en el psicoanálisis que en la ciencia o la política.

Se partió de algunas convicciones:

Ciencia y psicoanálisis se implican. El sujeto es forcluido para que la ciencia pueda operar.

La relación con la ciencia es una relación “amistosa”, y no se la confunde con la tecnocracia.

En el comienzo mismo del libro, Anabel Salafia dice: “Si nos referimos a la ciencia, como sabemos, el término «realidad» remite inmediatamente a la física, a la physis. La realidad es la physis y la physis es la naturaleza, esto si nos remitimos a los griegos. Veremos que, a partir de lo que se llama la modernidad, la física empieza a distinguirse bastante rápidamente de la naturaleza. Se constituye en un discurso, «el discurso admisible» en lo que se llama ciencia”.

En cuanto a la política, se afirma que es la manipulación de los cuerpos como cuerpos hablantes la que conduce a la reproducción de los mismos y a su productividad, que implica un tratamiento donde se ignora al sujeto. Ya no son necesarios los hornos para eliminar a “los otros”, el enemigo. Basta con acallarlos, enmudecerlos, lo cual no deja de ser alguna clase de muerte.

Hay otra política, la del síntoma. La introduce el psicoanálisis a partir de la regla fundamental que funda el discurso e introduce al sujeto en el orden del deseo. Que el sujeto hable, eso es política.

Ahora, ¿es el real de la política o la realidad de la política?

La pregunta del comienzo se va complejizando. Cada desarrollo lleva a otros autores, sin perder el eje: la aproximación a lo real, merodear lo real en psicoanálisis, dice Lacan.

Dice Anabel Salafia, siguiendo el eje de la orientación misma de la FCL: “La política, si se la quiere abordar desde el psicoanálisis, debe tener como punto de partida la consideración de que todo discurso es del goce. Esta aseveración de Lacan, que se encuentra en el Seminario XVII: El envés del psicoanálisis, obre el lugar que tiene el psicoanálisis en lo político remite a que: «Solo es factible entrometerse en lo político si se reconoce que no hay discurso, y no solo analítico, que no sea del goce, al menos cuando de él se espera el trabajo de la verdad»”.

En el comienzo, Osvaldo Arribas nos interroga:

¿Cuál es la relación entre verdad y lo real en la política si esa relación metaforiza el incesto?

¿Cuál es la realidad que nos revela la física actual? ¿De qué manera juega la política en el capitalismo?

¿Cuál es el color de la realidad?

Afirma que la transferencia y el deseo del analista en el análisis siguen siendo, y seguirán siendo, el motor del análisis, no la especulación científica.

Intensas reuniones, aunque no por eso menos divertidas, llevaron a un camino de apertura a partir de los físicos contemporáneos: Luminet, Brian Greene, Schrödinger y otros, apasionados con sus teorías y descubrimientos condujeron a preguntas sobre la relatividad general, la física cuántica, la teoría de cuerdas. La pregunta insiste, pero no interroga lo mismo. La representación de la realidad no solo es diferente en el psicoanálisis, la política y la ciencia, sino que también se trata, por ejemplo, de diferentes representaciones en la física clásica, en la física de Einstein o en la actual, lo mismo para los filósofos políticos.

Algo está muy claro: el psicoanálisis, y en particular en este trabajo con la ciencia y la política, es una conquista sobre lo real.

No voy a desarrollar presentación por presentación, sino algunas de sus preguntas y cuestiones para orientarnos hacia donde llevan o Descartes, Pascal, o la lógica de Port Royal.

Le Gaufey lleva a Hobbes, fundador de la filosofía política y de la formulación “persona ficticia”, y al Leviatán. Leo Strauss a Maquiavelo y Nietzsche. Hobbes, a su vez, a Rousseau y su afirmación opuesta a él.

Donde Hobbes ubica la moral y la política, Freud inventa el psicoanálisis, la infinitud del deseo, el odio al semejante.

Si Newton “fue” cuando llegó Einstein, los nuevos descubrimientos hacen de Einstein un nuevo Newton.

El universo sigue buscando su geometría.

Cuál es nuestra física, nos preguntamos.

Avancemos.

La política es asunto de los cuerpos hablantes. Hablar ya es política, afirmamos.

En estas vueltas se pensó el orden político y la trascendencia de los derechos del hombre. Esto aparece en primer plano con los fenómenos revolucionarios y contrarrevolucionarios del siglo XVIII.

Se abre el futuro.

No hay Otro del Otro que haga existir al Otro fundante. Aunque la búsqueda a veces sea desesperada, no hay absoluto fundante: no hay Otro del Otro, ni dios, ni el Estado, el padre o el analista. No hay garantía.

Dice Salafia: el sujeto se diferencia de subjetividad, la subjetivación es solo una forma del sujeto.

Norberto Ferreyra parte, anteriormente, de la pregunta “¿dónde estamos?”, la que nos ubica en un contexto espacio-temporal, que es otra operación que la de una pregunta ontológica. Se trata de la ubicación de y en la transferencia, de la posibilidad del acto.

No quiero dejar de decir una conclusión de principio que afirma Ferreyra: “La ciencia no trata de saber todo, sino lo máximo, que difiere del todo”.

Y Alicia Russ concluye su presentación con la pregunta: “¿Qué lugar tiene el sujeto, la singularidad en la política?

A partir de allí, en nuestra reunión de trabajo surge la siguiente interrogación: “¿En qué somos empiristas los psicoanalistas?”.

La pregunta partió de Descartes y El discurso del método: ¿racionalistas o empiristas? Ambos: racionalistas de una nueva razón, y cada vez que decimos “experiencia” somos empiristas. En septiembre, los autores responden:

Norberto Ferreyra: “Para concluir les dejo una última pregunta: ¿nosotros, como psicoanalistas, somos o no empiristas? Yo no podría contestarla, pero sí puedo decir que en el acto analítico hay algo equivalente al cálculo de medir, no por el cálculo en sí, porque este se produce más allá de la voluntad de las personas que están ahí, en ese momento, sino por la particularidad del dispositivo analítico –esa asimetría que durante el trabajo se tiene que mantener. Y ese trabajo es con una única materialidad, la del significante, tanto en el sentido de lo imposible, lo ideal y lo posible, una materialidad que proviene de algo que es común a uno y a otro, la lalangue, donde está el cuerpo, el cuerpo de lalangue, no de la lengua. Es en medio de esa materialidad en que se mueve el significante que se produce el acto analítico. Es decir, si hubiera algo empirista estaría en relación con ese material significante”.

Ursula Kirsch responde así a la pregunta: “Y, en cuanto a la pregunta: ¿en qué somos empiristas los psicoanalistas?, quisiera volver sobre el hecho de que los empiristas no develan lo que en Descartes queda reprimido, sino que aplican el método cartesiano a lo extenso sin el resguardo de la garantía de la verdad divina. Cuestionan la envoltura de un garante simbólico, y por esto parecen dejar al sujeto más al borde de lo real. Eso que está ahí, donde el cuerpo del sujeto vive, hay que conquistarlo. El sujeto no domina aquello que lo afecta, tiene que aprender, construir, conquistar.

Lo que los empiristas aportan respecto de la cuestión del objeto, no es tanto el conocimiento acerca de este objeto. En esto los empiristas son más bien cartesianos. Si para Descartes el objeto está compuesto por naturalezas simples, para Hume lo está de estímulos puros que luego quedan asociados en la mente. A mi entender, lo que los empiristas aportan respecto de la cuestión del objeto es que impresiona, afecta”.

En este punto hay una conclusión interesante con la que Gustavo Pita termina su desarrollo. Dice que a él le interesaba resaltar de Hobbes “su idea acerca de que es bueno que cada uno pueda formular su propio bien común para realizar el propio deseo”.

En la reunión siguiente, Osvaldo Arribas se pregunta por qué nos puede interesar Maquiavelo. Tanto Arribas como Clelia Conde responden introduciendo El príncipe y la articulación entre el bien y el mal.

Ya cerrando el año, Alicia Álvarez presenta un polémico trabajo con la pregunta: “¿Se puede gobernar?”.

Gustavo Pita, con la solidez de siempre, desarrolla a Rousseau, El contrato social y el Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres.

¿Cuál es la estofa de nuestra realidad?

Pienso, para concluir, que este trabajo tiene posiciones firmes (y de vanguardia) respecto de la política del psicoanálisis y la responsabilidad actual de los analistas y del psicoanálisis en sus relaciones con la política y la ciencia.