“El grito hace aglutinarse al silencio en el impasse mismo donde brota…para que el silencio escape de él”
Jacques Lacan  Seminario 12

“Los dioses no se ven pero se oyen: en el trueno, en el torrente, en la nubada, en el mar. Son como voces”
Pascal Quignard “El odio a la música”

Eugenia consulta a sus 23 años luego de varios tratamientos, portando el significante “brontofobia” como intento de explicar su padecer. Plagada de información que funciona a modo de racionalizaciones que no alcanzan a simbolizar “eso” que la aqueja[1].

Su sufrimiento comenzó de pequeña, con un miedo a los truenos nocturnos que la conducían a buscar refugio en el lecho de sus padres.

Poco a poco el miedo se fue extendiendo a las tormentas.

Hubo un periodo de calma al llegar a la pubertad, creyeron que el miedo estaba superado pero a los quince años retornó aún más potente, de modo que, en su adolescencia ya evitaba por medios inconfesados salir de la casa cuando llovía, hasta que llegó a no salir cuando “estaba por llover”.

En su juventud, con sólo oscurecerse el cielo, se cierne sobre ella un pavor indescriptible.

Vive pendiente del servicio meteorológico, sus vacaciones se eligen en función del clima del lugar….

Su vida social es bastante pobre, sus relaciones inestables. Sólo a un “novio” le confesó su padecimiento, quien al principio comprendió y al tiempo…se saturo.

Los trabajos no quedan al margen. Las inasistencias hacen que sea despedida porque no puede soportar los “despertadores”. ¿Qué despierta la tormenta? A esta altura del relato, algo empieza a sonar raro…

El análisis comienza de manera “entrecortada” por sus ausencias. El trueno rápidamente se presenta en sus fantasmas como “voz” paterna: los gritos del padre militar que irrumpía en la casa borracho por las noches, y su propio grito al padre en un desesperado intento de ser desalojada de ese lecho.

Recuerdo aquí la siguiente cita de Lacan de su Seminario IV “Las relaciones de objeto”, para luego articular con el desarrollo del análisis y la propuesta que de allí se desprende: “La fobia introduce en el mundo del niño una nueva estructura (…) entonces, con ayuda de la fobia, instaura un nuevo orden del interior y del exterior, una serie de umbrales que se ponen a estructurar el mundo”.

Con mucho esfuerzo, logra sostener un trabajo, y conoce a un hombre con quien entabla una relación “tempestuosa”. Cede la obsesión climatológica pero al momento de la tormenta… aparece “eso” que no cesa de no escribirse en historicidad. Enigmas frente a los cuales se puede, o no, reconocer el límite Real.

Su análisis continúa. No la asustan los relámpagos…como el trueno avisa, puede cerrar los ojos. De hecho, le atraen los fuegos artificiales[2], “me dijeron que es porque al ser creados por el hombre pueden controlarse. Parece que mi problema es lo incontrolable de la naturaleza, que puede matarnos en cualquier momento”.

El trabajo sigue por la senda de lo inanticipable, lo incontrolable, lo imprevisible, vivenciados como  golpe de real que pone de manifiesto tanto la insignificancia de su cuerpo ante la magnificencia de la naturaleza como lo “incontrolable” en relación a su cuerpo.

El terror se manifiesta así: Se tensa todo el cuerpo, retiene el aliento y se tapa los oídos. Consigue cierta calma al meterse en la cama porque puede taparse por completo con las sábanas.

Aparece un recuerdo:

Está en la casa de los abuelos en las sierras, subyugada por el sonido del eco posterior al trueno. Hay un ritmo en el eco… que en un momento cesa, algo se discretiza atenuando el efecto siniestro.

Y a continuación una segunda escena, de sus quince años: vacaciones en la playa, está junto a un muchacho, el ruido de las olas en la oscuridad de la noche…. un ritmo insoportable. No se podía distinguir el cielo del mar. Nunca más pudo acercarse al mar de noche porque “no puede no oír”. Dice desde el diván: “Recién ahora advierto que no me daba cuenta que ese chico me gustaba mucho”.

Empieza a encontrar sosiego cuando durante las tormentas entabla alguna conversación. Durante un episodio llama a la analista, quien no sin dudar decide atender el llamado.

Cecilia relata lo que va ocurriendo en su cuerpo a medida que la tormenta se desencadena. Es una tormenta de verano con viento, truenos y granizo. En el entre truenos… ese silencio la aterra. Del ruido o del silencio no se puede escapar, te envuelven… como la oscuridad.

Sobreviene un silencio justo cuando se oye un sonido apenas audible y la analista le pregunta sobre ello. “Me hace ruido, la panza” dice con una risa incómoda. La panza que rompe el silencio, cuando se la oye. Así comienza a hablar de otras sensaciones en relación a su cuerpo.

Luego del relámpago, entre el trueno y el silencio se inserta el terror. Frente a eso que a esta altura podemos considerar lo pulsional turbulento, torbellinario donde todo está mezclado, se trata de discretizar[3]…por aquí sigue el análisis.

Un cuerpo se constituye en una operación significante, no hay cuerpo sin significante, más no todo aquello que fueran “restos de visto y oído” llegan a significantizarse (a entrar en el orden significante). Y de dicha operación, cae algo como sinsentido. ¿Que destinos para estos restos de sinsentido? ¿Es eso lo que retorna como lo auditivo –visivo, invasivo, que amenaza al sujeto? ¿Retornos de lo no simbolizado?

¿Que dice un trueno? ¿Las olas? ¿Y el “ruido de la panza”? Campo del sinsentido donde habrá de buscarse al deseo que lo interpreta.

Lo que no habla, sin estar por fuera del lenguaje, vocifera. ¿Cómo escapar a esta dominancia sin párpado auditivo?

Recordemos que en la Conferencia en Ginebra, dice Lacan, que “el agua del lenguaje llega a dejar algo tras su paso, algunos detritus con los que” (el niño) “jugará, con los que le será muy necesario arreglárselas. Es eso lo que le dejará toda esa actividad no reflexiva, los añicos, a los cuales más tarde -pues es un prematuro- se le agregarán los problemas de lo que lo espantará. Gracias a eso hará la coalescencia de esa realidad sexual y el lenguaje”.

“Añicos” de palabras, mots, que no se pliegan a sentidos constituidos, y al aparecer en tanto “alteridad[4] en lo que se dice” para el habla (parole) que los porta, espantan, inquietan. Con eso, hay que saber “arreglárselas”[5]. En transferencia la analista oye a la vez que escucha significantes[6] en el relato de la analizante. Otra voz hace que esté menos “oscuro”.

Apuesta del análisis: que un intervalo discretice, y a condición del silencio cavado por el significante un sujeto aparezca en medio de la presencia intrusiva y aterrorizante del trueno que provoca el desarrollo de angustia en la sujeto inerme, amenazada en su subjetividad . Decir del Otro, que discretiza en lalangue, que produce los cortes necesarios para que un eco sea posible. Eco: corte y repetición que hacen posible la incidencia significante. En lo sonorizado siniestro, como un grito asignificante (inasimilable por el símbolo), el intervalo es articulación entre lo visivo y lo sónico, articula lo escópico y esta otra condición…. ¿De dónde viene ese ruido? Trueno, ilocalizable condición enigmática que la envuelve dejándola inerme como en la experiencia del mundo omnivoyeur.

En “La tercera” Lacan afirma que “tenemos miedo de nuestro cuerpo”[7]. “La angustia es algo que se sitúa en nuestro cuerpo, es el sentimiento que surge de esa sospecha que nos embarga de que nos reducimos a nuestro cuerpo”.

Lo pulsional sexual que no se detiene, como las olas del mar…ritmo insoportable por lo repetitivo e infinito. ”Nunca más pudo acercarse al mar de noche”: ¿la oscuridad hace más audible lo pulsional? En la negrura de la noche acecha la sonoridad de lo que “no puede no oír” que la mira, la envuelve en una experiencia de lo que no está ni adentro ni afuera sino que ex -siste, extimo.

La sonoridad estrepitosa que conmueve el universo no es habla más se inscribe en el lenguaje. Emisión vocal asignificante ¿por contener todos los significantes posibles, como dice Lacan en el seminario 3 a propósito de Schreber? Lo sinsentido decimos casi veinte años más tarde.

Trueno- oscuridad-olas-impulso sexual-ruido de panza, continuidad Imaginario – Real de lo que no puede ser articulado. Se confunden los ruidos, hasta que el decir en transferencia los va desligando y encadenando. Que lo Real inasimilable por lo simbólico comience a organizarse en historicidad, que encuentre lugar en su historia, precisa a la vez que se encuentren y creen nuevas ligaduras “inauditas”; ruptura del sentido edípico para encontrar otro modo de “saber –hacer-con” lo que causa su padecer.

[1] Racionalizar no es simbolizar. Se trata de arribar a lo que representa para ella, más allá de las explicaciones científicas, es decir, producir una articulación a nivel de lo que significa la tormenta más allá de la meteorología.

[2] Fuegos artificiales tienen correlato simbólico, (y fascinada en un goce escopico) tienen principio desarrollo y fin. Sabe que concluyen.

[3] Discretizar : separar en segmentos, intervalos.

[4] Lacan, Jacques. “Seminario 10” 5/6/63

[5] Lagrotta, Z. “Radiofonía”.

[6] la angustia : el sujeto se ve amenazado en su integridad ante en avance de lo Real en su dominio Imaginario; en realidad, ante el avance del Goce del Otro, que le advierte sobre el riesgo de quedar reducido a la desubjetivación, a ser mero objeto a, desecho.

[7] Por cuestiones de extensión no desarrollaremos aquí que entendemos por “nuestro” cuerpo, o cuerpo propio.

Fuentes:
-Roberto Harari “Vocologie psychanalytique: le reelangage “ Dans Analyse Freudienne Presse 2009/1 (n° 16), pages 133 à 141.
– Jacques Lacan. Conferencia en Milan. 18/12/67 Scilicet 1, Paris, Seuil, 1968.
– Seminario « Eficacias del Realenguaje » dictado en Mayeutica- Institución Psicoanalitica (2017)E.Feinsilber, B.Mattiangeli, M.Rizzi, I.Rodriguez, G.Spinelli, D.Voronovsky.


 

Presentación realizada en el Coloquio Internacional convocado por la Escuela Freudiana de Buenos Aires, la Escuela Freudiana de la Argentina, la Fundación Europea para el Psicoanálisis y Mayéutica- Institución Psicoanalítica “La voz y la mirada en la experiencia del análisis” realizado en Buenos Aires los días 22 y 23 de marzo de 2019.