Algunas preguntas formuladas a Erik Porge[1]
Entrevistado por Alejandra Ruíz

 

Alejandra Ruíz: ¿Cómo han definido, en el Manifiesto por el psicoanálisis, los momentos cruciales para el porvenir del psicoanálisis?

Erik Porge: Primero nos reunimos para redactar un manifiesto que se alzara contra el proyecto de ley que apuntaba a crear un título de psicoterapeuta, y hemos lanzado el petitorio en febrero de 2004. La ley finalmente fue votada en agosto de 2004. Por primera vez en Francia, el psicoanálisis quedaba así asociado a una ley de Salud Pública, puesto que esta estipula que los psicoanalistas regularmente inscriptos en sus asociaciones pueden ser dispensados de unos pasos necesarios para la obtención del título de psicoterapeuta. Dicho de otro modo, las asociaciones de psicoanálisis, cuyo objeto es en principio la formación de analistas, pueden verse atribuir la responsabilidad de ocuparse de la formación de los psicoterapeutas. El peligro para el psicoanálisis es, pues, el de quedar reducido in fine a una suerte de psicoterapia entre otras, por la confusión inducida en el nivel de la formación. Esta ley es un caballo de Troya para el psicoanálisis y representa un momento (en el sentido de Pocock) para el psicoanálisis, o sea, un momento en el que se puede decir que está amenazado de desaparición, si no advertimos que es real la realidad de este peligro.

Al tomar conciencia de este momento se nos hizo patente que el psicoanálisis había tenido otros momentos así en su historia: en 1926 con el caso Reik y la publicación de “La cuestión del Análisis profano”, de Freud; luego, en 1956 con el “retorno a Freud” de Lacan, su denuncia de la organización jerárquica de la IPA y las derivas psicologizantes del psicoanálisis oficial en Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956. Es en el après-coup del momento actual que aquellos que lo preceden se dejan poner en perspectiva. Quizás ahora podamos aislar otros momentos más. Pero aquellos que hemos aislado presentan en común el haberse referido a obstáculos específicos para un preciso anudamiento entre lo que Lacan ha llamado el psicoanálisis en intensión (la cura didáctica) y el psicoanálisis en extensión (lo que presentifica el psicoanálisis en el mundo). Preciso anudamiento que él ha intentado al fundar la EFP en 1964 y que nuevamente quiso producir disolviendo su escuela en 1980. El capítulo II del Manifiesto aborda esta cuestión que continúa siendo problemática aún hoy y que por lo tanto pesa en el tercer momento.

Los momentos puestos en perspectiva son aquellos en los cuales se puso obstáculo para que la cuestión misma del nudo pueda plantearse, por el hecho de que se formula una respuesta a priori: en 1926, medicalizando al psicoanálisis; en 1956, psicologizándolo. En la actualidad, tercer momento, se trata de una conjunción de medicalización y de psicologización, a las cuales se suma una tendencia a la judicialización en el psicoanálisis.

AR: ¿Cuál es la importancia de la escritura de “La cuestión del análisis profano”, en 1926, por Freud? ¿A qué responde con su argumentación? 

EP: Freud escribe este texto en la urgencia, luego de una denuncia realizada en la primavera de 1926 contra Theodor Reik, miembro de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, por ejercicio ilegal de la medicina. La denuncia no prosperará, pero fue la ocasión para Freud de “volver a poner los relojes en hora”, defendiendo el ejercicio del psicoanálisis por parte de los no-médicos. Es lo que llamó “psicoanálisis profano” o “laico”, el Laienanalyse, es decir, el análisis ejercido por un no-médico. Freud le da a su texto la forma de un diálogo entre él y alguien al que llama un “observador imparcial”, cuyas preguntas son puestas entre comillas. En su argumentación, Freud recorre el campo de lo que constituye la especificidad del psicoanálisis adoptando un lenguaje accesible al gran público.

Freud no tiene pelos en la lengua ni vacila al afirmar que “son los médicos los que prestan al análisis su mayor contingente de charlatanes”. Se trata para él de impedir que la terapéutica, monopolio de los médicos, vaya a “matar la ciencia”. Pues para Freud la verdadera “línea de demarcación se sitúa entre el psicoanálisis científico y sus aplicaciones en el dominio médico y no médico”.

El texto de Freud es muy importante por el hecho de las posiciones muy claras que adopta y por las razones que ofrece acerca de una especificidad del psicoanálisis respecto de otros métodos de cuidado y del deseo de curar que anima la medicina. Por otro lado, como lo ha demostrado una vasta encuesta aparecida en 1927 en los órganos oficiales de la Asociación Psicoanalítica Internacional, Freud estaba aislado (con Ferenczi) en su combate por el psicoanálisis laico. Esto no vuelve sino más actual su texto.

AR: ¿En qué considera usted que la legislación actual en Francia compromete el porvenir del psicoanálisis, tal como Freud y luego Lacan han podido establecer sus coordenadas? 

EP: Lo compromete en la medida en que es un factor agravante por parte de los psicoanalistas mismos. A saber de un discurso que conserva la confusión entre psicoterapia y psicoanálisis, un discurso en el cual desde el punto de vista terapéutico se “mata la ciencia”, para retomar la palabra de Freud, un discurso que conserva la ilusión de un ser del analista. De hecho, el período preparatorio de la ley sobre el estatus del psicoterapeuta ha mostrado que numerosos analistas, autoproclamados representantes de una “mayoría”, han estado en la delantera de esa ley, colaborando activamente en su preparación y en su implementación. Todo esto en nombre de una esperanza de “proteger” a los psicoanalistas. El proyecto de ley ha favorecido un movimiento corporativista de los analistas, contrario, me parece, a los principios del acto que determina su función.

Desde el siglo XVIII, en Francia, la medicina ha sido colonizada por el Estado y los gobiernos a fin de que cumpla algunas misiones (higiene, prevención…) que exceden el interés del paciente, que tiene una demanda de atención singular. En la actualidad, la tutela del Estado sobre la psiquiatría se ha acentuado aún más y modifica la lengua para suscitar nuevos modos de pensar, tal como sucede con el reemplazo de la palabra “psiquiatría” por la de “salud mental” en los documentos oficiales. El título de psicoterapeuta prolonga esta tentativa de modelar los espíritus. Los psicoanalistas deben tener cuidado con el vocabulario que emplean a fin de no vehiculizar ideologías venidas de otra parte.

AR: ¿Por qué y en qué casos podemos afirmar que la amenaza de desnaturalización del psicoanálisis podría ser peor que la amenaza de desaparición o de interdicción?

EP: La desnaturalización equivale a una desaparición, pero que no dejaría traza, de la que no nos daríamos cuenta. La prohibición aún dejaría al psicoanálisis la chance de encontrar formas de resistencia.

AR: ¿Qué consideraciones podría hacer a propósito del concepto de extraterritorialidad en psicoanálisis?

EP: Conozco dos ocurrencias acerca de este término en Lacan: la primera en Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956 (el segundo momento del que hemos hablado), donde él destaca “la extraterritorialidad singular” de la diáspora alemana de la IPA hacia USA, de donde salió la teoría del yo autónomo, llegando incluso hasta proponer un territorio, el de Ellis Island en Nueva York, del que sabemos que fue el lugar de paso de millones de emigrantes. La otra ocurrencia se encuentra en la Proposición del 9 de octubre de 1967…, texto que invita precisamente a una relectura de Situación…, en un pasaje sobre el anudamiento del psicoanálisis en intensión con el psicoanálisis en extensión. Él habla allí de “nuestras relaciones con el exterior o más exactamente con nuestra extraterritorialidad”. Yo no sé exactamente de dónde extrae Lacan el término “extraterritorialidad”, y sería interesante saberlo, pero a través de estas dos citas se ve que el uso del término no puede ser tan simple como creemos y que en todo caso se refiere a una topología de relaciones entre el interior y el exterior, del psicoanálisis en intensión y en extensión. Denunciar o, a la inversa, reivindicar una extraterritorialidad no asegura una “intraterritorialidad”.

Recordemos por lo demás que Freud ha escrito El malestar en la cultura y que Lacan, al fundar la EFP en 1964, la concebía como una base operatoria contra el malestar en la civilización. Hoy en día, las bases operatorias contra este malestar están dispersas y el malestar las invade.

AR: Si admitimos que el capitalismo insiste sobre la represión (refoulement) de la castración, ¿cuáles serían las consecuencias para el sujeto?

EP: Lacan va más lejos, dice, en su seminario El saber del psicoanalista, que el capitalismo entraña una Verwerfung, un rechazo de la castración. ¿Las consecuencias? Esto deja de lado las cosas del amor, lo cual no es poca cosa.

Dicho esto, no hay que concluir que toda persona que vive en un régimen capitalista está condenada a rechazar la castración. Incluso en este régimen podemos cambiar de discurso y es justamente en ese cambio de discurso donde surge el discurso analítico.

AR: ¿Qué responsabilidad corresponde a los analistas en relación con el lazo social y la existencia del sujeto, tal como lo afirma Lacan en la Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela?

EP: Hay numerosos malentendidos acerca del término “sujeto”. Lacan introduce ese término (homofónico con el Es freudiano) en psicoanálisis para retomar lo que Freud llamó la hipótesis del inconsciente. En su definición canónica, el sujeto está representado por un significante para otro significante, está siempre “entre”, desaparece más de lo que aparece, se instituye en su destitución. El sujeto no es ni el moi, ni el je, ni el individuo. No pudiendo nombrarse, encuentra en el fantasma el soporte de un objeto a (su ser). Hoy en día, junto a empleos muy rigurosos de este término (pero que no se prestan siempre a esa consecuencia), uno observa entre los lacanianos la entrada en escena de un movimiento que podemos calificar de culturalista, que hace depender al sujeto de determinaciones culturales y económicas y anuncia la constitución de “nuevos sujetos”, que traen una “nueva clínica”. ¿Es la tarea del psicoanalista la de fijar una nueva psicopatología? Es ubicarse en una posición psiquiátrica. Como lo dice Lacan, el neurótico, el perverso, el psicótico son normales en la estructura. En el análisis, por el hecho de la transferencia, relacionada con el sujeto supuesto saber, el analista representa una mitad del síntoma. Si debe haber una nueva clínica, es la que resulta de una mutación del deseo del analista como efecto del acto analítico.

La referencia a la Proposición del 9 de octubre… reposa precisamente sobre una posición del sujeto que procede de su definición canónica y es a partir de esta que podemos cernir una posición del sujeto supuesto saber que marca el pasaje del analizante al analista. De ahí la afirmación de Lacan según la cual el analista no funda su autoridad sino en él mismo (de lui même). Ese “él mismo” no es el moi. Remite a la máxima freudiana: Wo Es war, soll Ich werden, « là où c’était, je dois advenir », “allí donde ello estaba, el je –sujeto del inconsciente– debe advenir”. En 1973, Lacan agregará que el analista no se autoriza sino de sí mismo y de algunos otros, recordando que si el analista está solo en su acto no es el único. Desde El tiempo lógico…, donde escribe “lo colectivo no es nada sino el sujeto de lo individual”, Lacan, por lo demás, se siguió preocupando por definir las coordenadas de una lógica colectiva. Es en los pequeños grupos donde esta se ejerce mejor, incluso por un cambio de discurso.

AR: ¿Qué posición habría que adoptar hoy, según la ética del psicoanálisis, frente a los nuevos problemas que las leyes de la ciudad nos plantean, particularmente cuando pretenden sancionar en nuestro campo?

EP: ¿De qué leyes se trata? No comprendo bien la pregunta. El analista no puede ignorar las leyes, incluso para querer cambiarlas, pero en Francia no hay legislación del psicoanálisis.

AR: ¿Cuáles son los desafíos que nos plantea la formación de los psicoanalistas, teniendo en cuenta su especificidad?

EP: La especificidad del psicoanálisis pone precisamente en cuestión el término “formación del analista”. Es un término de uso habitual y Lacan mismo lo emplea, hasta el día en que, en 1973, dice que él nunca ha hablado de formación del analista sino de “formaciones del inconsciente”. Es que efectivamente él intentó establecer una formación del analista que no reprodujera el modelo jerarquizado de la IPA, con la concesión del exterior de una autorización según criterios así llamados “objetivos”, sino una formación que sea afín al análisis mismo y que deje existir al sujeto. Hablar de formación del analista es implícitamente referirse a un modelo de formación profesional. Esto está basado en la acumulación de un saber y en la idea de una continuidad entre la formación y el ejercicio de la profesión, entre el saber y la práctica, que es la aplicación del saber incrementado por un cierto saber hacer propio de cada uno. La “formación” del analista no responde a este modelo, pues hay un salto, un hiato entre el pasaje del analizante al analista, incluida la siguiente cuestión: por qué ocupar el lugar del sujeto supuesto saber cuando ya estamos advertidos de su ilusión. Este salto es lo que Lacan ha llamado el acto analítico, paradigma de los actos que pueden seguirse en la interpretación analítica y que recubren también lo que Freud ha aislado primero bajo el nombre, en francés, de acto fallido. El acto fallido es precisamente una formación del inconsciente. Por eso Lacan reconduce la formación del analista hacia las formaciones del inconsciente.

Es esencial mantener abiertas estas preguntas acerca de la formación. Ellas mismas son parte de la formación del analista. El pase, para las asociaciones, es un medio de impedir que los interrogantes sobre la formación de los analistas se cierren y que el análisis no conserve sino la referencia a su dimensión terapéutica, que es real, y devenga una psicoterapia.

AR: ¿Se trata de una nueva versión de la alternativa planteada por Antígona, en tanto ella opone lo legal a lo legítimo?

EP: Antígona no es solo una rebelde a la autoridad de Creonte, ella es la que, sola, avanza en lo que Lacan ha llamado, a partir de Sade, el espacio entre dos muertes, es decir, ese tiempo y ese espacio topológico entre la vida que se acaba y la aspiración a aniquilarse “para inscribirse en los términos del ser”. Sócrates, que no se rebelaba contra las leyes, también había avanzado en él, es el espacio del deseo.

 


[1] Traducción realizada por Alejandra Ruíz.