Norberto Ferreyra nos entrega un intenso y profundo trabajo que, a partir del tema del título, recorre las versiones del Otro, la suposición de saber, la noción de tiempo y de espera en el análisis y el saber hacer del analista. Se pregunta por cuestiones que vale volver a interrogar.

¿Es diferente el síntoma del sinthome? Norberto Ferreyra aclara su lógica respecto del síntoma y el sinthome y define al sinthome, estrictamente, como aquel instrumento del que ya se puede servir un sujeto.

Voy a tratar de relatar esas cuestiones fundamentales desplegadas en el texto.

El síntoma se produce en la práctica analítica y afirma en el análisis. Es condición de existencia para el sujeto.

Norberto Ferreyra comparte con nosotros su posición respecto del síntoma, de la angustia en el análisis, del suceder en el análisis.

“Lo fundamental es que se interpreta en el análisis y que el psicoanálisis toma al síntoma en tanto se produce en la práctica analítica; sin esto es un parloteo, un delirio u otro discurso”. El síntoma es “lo que el sujeto «hace» para poder vivir”. Y agrega: “El objeto a es el tiempo en el análisis”. Es el tiempo en el análisis y del análisis.

Destaco una de las cuestiones fuertes del trabajo: no hay síntoma en el análisis sino en transferencia y no hay transferencia sin síntoma, a interpretar en la transferencia.

Podríamos hablar del analista casi solo como apoyo lógico para que el sujeto hable. Ese es su arte, ¿no?

Un punto importante del texto son sus afirmaciones sobre el Otro como dimensión del inconciente en la cual se sostiene el analista. Este último hace posible que el sujeto construya su síntoma analítico para poder interpretar desde su saber, que es que no solo el Otro no tiene respuesta porque in-ex-siste, sino que es el sujeto el que sabe –no sabe que sabe–, el que tiene su respuesta. Ese es su saber, un saber esperar el síntoma en la transferencia. Es su “saber hacer”, espera hacer el saber.

Destaco, entonces, por una parte, la dimensión del Otro: “Ese Otro no tiene la respuesta, no solo porque es Otro que in-existe, sino porque esa respuesta solamente puede provenir del sujeto”. Y por otra parte, la suposición del saber del Otro como motor del análisis, no que el Otro sabe sino, que “me sabe”, porque “mi” constitución, la del sujeto, es en la dimensión del Otro. Es responsabilidad del analista sostener tanto la suposición de saber como la castración del Otro.

El sujeto se interroga a partir del Otro, pero el Otro no tiene la respuesta, es el sujeto el que lo hace existir y, así, con ese saber existe efímeramente, pero esa existencia es una experiencia con lo inconciente, que no se sabía que se sabía o, como dice Freud en Moisés y el monoteísmo, se sabe “de esa manera especial”.

Me gustaría destacar un interrogante del texto. Norberto Ferreyra se interroga y nos interroga con dos preguntas que son totalmente pertinentes para el psicoanálisis y, en particular, para este número de la revista. Él cuestiona lo “obvio” o lo que repetimos sin cuestionar, ni pensar: “La escritura siempre implica una cierta formalización. Pero como se acostumbra a decir, ¿qué se escribe de un análisis?, o bien, ¿qué se escribe en un análisis?”.

Hace tanto que hablamos de escritura que ya no nos preguntábamos que queríamos decir con eso. Norberto Ferreyra tiene ese poder de preguntarse por lo que parece ya sabido y renovar las cuestiones una vez más. Así hace caer la frase hecha que velaba un vacío, algo incomprendido, algo sin resolver.

Estas han sido algunas reflexiones y notas a partir del texto de Ferreyra. Los dejo, entonces, con sus respuestas y sus nuevas vueltas sobre los interrogantes que hacen al quehacer de un analista y al pase del discurso del psicoanálisis.